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Ni seis días transcurrieron entre que el Presidente reconoció la importancia de la ONU y que menospreció a la legendaria institución.
El lunes pasado, desde Palacio Nacional, López Obrador anunció con gran festividad: México recibió el aval de 33 países de América Latina y El Caribe para ser candidato a ocupar uno de los 10 asientos temporales del Consejo de Seguridad de la ONU.
Ese día, junto al embajador de México ante la ONU, Juan Ramón de la Fuente, López Obrador se vanaglorió: “Estamos recuperando en el mundo la fama y la gloria de nuestra gran nación”.
Horas antes, el mismo lunes, en su conferencia, Obrador calificó de “conservador” al semanario Proceso.
Esto derivó en que, días después, la ONU emitiera una recomendación en la que dice: “Los representantes gubernamentales de alto nivel deben ejercer el grado necesario de precaución al hacer declaraciones delicadas que podrían interpretarse como una reducción del espacio democrático y la libertad de expresión u opinión”.
Pero ayer, el Obrador de las plazas públicas contradijo al de la diplomacia. En Zongolica, Veracruz, respondió: “Pero ni un paso atrás. Aunque vengan recomendaciones de la ONU para que no digamos que Proceso es una revista conservadora, vamos a seguirlo diciendo…”
Y en otra contradicción, dijo que no lee la revista… ¡pero citó un artículo de ayer! Esta postura sobre la ONU debería tener al menos dos consecuencias.
La primera: si existiera algo de congruencia, debería retirar la candidatura de México. ¿Cómo vas a formar parte de un organismo al que no respetas? Y la segunda: por la misma razón, que los países firmantes le retiraran su aval para tal candidatura. ¿O no?
