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Cuando ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador dijo que quiere una “prensa crítica, objetiva, que esté cercana al pueblo y alejada del poder público y económico” incurrió en una gran contradicción.
Resulta que ese deseo de López Obrador es totalmente opuesto a lo que ha hecho. Primero: él mismo ha propiciado que la prensa esté cerca del poder. Tres de los magnates de medios de comunicación mexicanos forman parte de su Consejo Asesor Empresarial.
Segundo: en casa de uno de esos asesores, Bernardo Gómez, vicepresidente de la televisora con mayor audiencia en el país, se realizó acaso el pacto más importante entre su gobierno y el de los Estados Unidos: El 19 de marzo, ahí se reunió AMLO con el yerno y súper asesor de Donald Trump, Jared Kushner. Se trataron “temas bilaterales delicados”.
O sea: Televisa fue testigo del que quizá sea el principal secreto de Estado en el actual gobierno. ¿Eso es lejanía del poder con los medios?
En general, los propietarios de los medios de comunicación que poseen una concesión pública, como la radio y la televisión, tienen otros negocios paralelos. Utilizan el espectro radioeléctrico para beneficiar y apuntalar otras de sus empresas.
Eso no va a cambiar. ¿AMLO va a poner esas concesiones al servicio del pueblo? Seguro que no.
En lo que toca a los impresos e internet, que no surgen de concesiones públicas, habrá que ver si la 4T financia aquellos que son usados para apuntalar otros negocios paralelos, incluso con el propio gobierno.
También falta que AMLO cumpla su promesa de apoyar fundamentalmente a los medios que son de periodistas y no tienen otros negocios paralelos.
Por último, la 4T tiene que desmantelar el esquema perverso de propietarios, directivos y opinadores de medios, que se creó durante el salinismo y hasta hoy sigue casi intocado.