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CONOCÍ AL CATEDRÁTICO CUANDO YA ESTABA RETIRADO DE LA POLÍTICA
Recientemente falleció un destacado e importante profesor universitario, como lo fue don Fernando de la Rúa.
Conocí a tan notable catedrático cuando ya estaba retirado de la política, pero sin duda, nunca de la docencia. Mi cercanía con él fue de menos a más, al extremo que en muchos años nos frecuentamos intensamente y siempre mostró sus dotes de gran conversador y aún más, de analista profundo en los problemas del mundo.
Junto con su esposa Inés y mi grata e inseparable cónyuge Elba, logramos un conversatorio inolvidable. Durante mis actividades académicas anuales, en Buenos Aires, Argentina, era imprescindible reunirnos durante infinidad de ocasiones, en las cuales siempre obtuve enseñanzas dignas de un gran académico como lo fue Fernando de la Rúa.
Con el apoyo del ex rector de la UNAM, doctor José Narro Robles, invitamos al doctor de la Rúa a impartir conferencias en México y lo hizo de manera magistral; tocó indistintamente problemas jurídicos, sociológicos y políticos; quienes lo escucharon, reconocieron sus altos alcances y grandes dotes de sabiduría.
En esas innumerables charlas, me comentó sobre sus momentos en la política Argentina, donde inclusive llegó a ser Presidente de la República, pero jamás perdió su sencillez, bonhomía y en especial, quiero destacar una virtud que en ese ámbito es muy lejana, por no decir casi imposible en nuestra amarga realidad y es la referente a su acrisolada honradez.
Quien dirigió los destinos de Argentina, vivió en un lugar sumamente modesto; una sola persona le ayudaba eventualmente en labores domésticas; utilizaba un automóvil mucho muy sencillo que contrasta, insisto, con lo que han sido históricamente los ámbitos políticos de México, aunque debo reconocer la excepción del actual mandatario mexicano.