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El martes pasado, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador defendía en su mañanera la proyección de crecimiento económico del 4% durante su administración, ahí presente, el titular de la Secretaría de Hacienda, Carlos Urzúa, eludió tomar una pregunta sobre sus precriterios 2020, que no vislumbran tal escenario.
En esos precriterios entregados a la Cámara de Diputados, Hacienda proyecta un crecimiento de entre el 1.4% y 2.4% para 2020. AMLO no puede descalificar la estimación de Hacienda, porque además de que su titular es su subordinado, es una gente de su plena confianza.
Hasta hoy, aunque no hay visos de recesión económica, el panorama de crecimiento económico del gobierno de AMLO alcanzaría el promedio que ha tenido el país en los 36 años del neoliberalismo, modelo tan criticado por el presidente.
Para este primer año de gobierno, Hacienda ha ido disminuyendo la estimación de crecimiento. En el paquete económico 2019, planteó un rango de entre 1.5% y 2.5%. En abril pasado, lo disminuyó a entre 1.1% y 2.1%. El jueves, el Banco de México fue aún menos promisorio: bajó la estimación al 0.8% y 1.8%.
Lo anterior, con todo y que para 2019 la corrupción debe haber prácticamente desaparecido, como lo prometió AMLO. Es decir, ya en 2020 no debería ser factor negativo.
Si proyectamos los mejores escenarios de Hacienda, para 2019, el 2.1%, y para 2020, el 2.4%, el máximo crecimiento acumulado en esos dos años rondaría el 4.5%. Esto significa que para alcanzar el 24% en el sexenio, los restantes cuatro años tendríamos que crecer al 4.9% anual.
¿Qué tendría que pasar para lograr esa meta? Sí, eso: un milagro.
Hablar del 4% promedio anual es misión imposible o política ficción.