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Durante la campaña electoral 2018 e incluso en los primeros días después de asumir el poder, el presidente Andrés Manuel López Obrador planteó, como si fuera muy sencillo, que serenaría al país, cual si sólo se requiriera voluntad política para lograrlo.
Le vendió a la gente que acabaría con la violencia que heredó de 12 años de lo que llamó una estrategia fallida. Su discurso fue convincente y le ayudó para ganar más de 30 millones de votos.
Pero ahora la realidad le demostró a López Obrador que no basta un decreto de “me canso ganso” para obtener resultados. No va nada bien: el primer trimestre de 2019 ha sido el más violento en la historia del país.
Y son sus cifras, sus estadísticas. Nada de que un “compló”. Son 8 mil 737 homicidios dolosos entre enero y marzo, un incremento del 8.9% respecto del mismo periodo del año anterior. O sea, 97 homicidios diarios, seis más que los 91 registrados promedio de enero a noviembre de 2018.
Pero además, hechos de un gran impacto social, como el multihomicidio de 14 personas en Minatitlán, Veracruz; o el asesinato del muralista potosino Héctor Domínguez, además de su padre y su hermano.
AMLO tiene ya un verdadero ejército de más de 300 mil elementos para enfrentar el crimen. El tiempo ya se le acabó. Los resultados deben venir ya. La Guardia Nacional es la última oportunidad. Después de eso, parece que ya no hay nada. El segundo informe trimestral de López Obrador, a presentarse en junio, es la fecha límite para que la gente vea avances estadísticos y, sobre todo, de percepción. La luna de miel se acaba.