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El jefe de la Oficina de la Presidencia, Alfonso Romo Garza, tiene una misión materialmente de milagro: convencer a empresarios que deban aumentar sus inversiones en el país, pese a las señales que envía de Andrés Manuel López Obrador, de cancelar proyectos transexenales y de acabar con la política neoliberal que aboga por la disminución de la intervención del gobierno en la economía.
En febrero pasado, me invitaron a dar una conferencia a un grupo compacto de empresarios petroleros en Houston. Sin mentir, traté de mostrar un rostro amable sobre las primeras semanas del gobierno de AMLO, cuya fama ha trascendido las fronteras por decisiones como la cancelación del NAIM.
En el mercado petrolero, encontraron que se están centralizando las licitaciones en manos de unas cuantas empresas, por ejemplo, en la construcción de la Refinería de Dos Bocas, Tabasco.
Me confiaron que no retirarán sus apuestas, pero que en el corto plazo no habrán nuevas inversiones hasta que se definan las condiciones de los mercados financieros, por un lado, y de licitaciones, por el otro. Certidumbre, pues.