Visitas
Mientras difunde cifras de una reducción “histórica” de delitos en la vida cotidiana de las colonias, persiste temor, desconfianza e inseguridad
REDACCIÓN
CANTÓN
El municipio de Metepec es presentado por su gobierno como una localidad que “recuperó la tranquilidad”. La administración local encabezada por Fernando Flores, insiste en que los delitos de alto impacto han descendido, que las inversiones en seguridad han rendido frutos, y que hoy las familias viven mejor protegidas que hace unos años.
Cifras, gráficas y comparativos oficiales así lo sostienen. Sin embargo, esa narrativa choca con lo que la ciudadanía vive y percibe día a día: un ambiente de incertidumbre, temor persistente y la sensación de que, más allá de los anuncios oficiales, la seguridad sigue siendo frágil.
En colonias tradicionales y fraccionamientos recientes, el comentario es recurrente: la autoridad asegura que todo está bajo control, pero la gente evita caminar sola de noche, restringe horarios, instala rejas y confía más en sus propias medidas comunitarias que en la presencia policial.
Vecinos relatan que, aunque hay patrullas nuevas y cámaras visibles, no existe la certeza de que realmente funcionen o de que alguien esté vigilando cuando ocurre una emergencia. La respuesta oficial, dicen, continúa siendo tardía y distante.
La brecha entre el discurso de gobierno y la experiencia ciudadana genera un problema mayor: desconfianza. Si los informes hablan de logros, pero la gente no siente seguridad en su vida diaria, entonces no solo se cuestiona la eficacia de la estrategia, sino también la honestidad con la que se está informando a la población. La “tranquilidad” que presume el ayuntamiento parece más un argumento político que una realidad socialmente comprobable.
El reto para Metepec no es únicamente sostener cifras favorables en documentos institucionales, sino construir una seguridad que la gente pueda vivir, sentir y reconocer. Hasta que eso no ocurra, los reportes oficiales seguirán compitiendo con una verdad más contundente: la que se respira en las calles, donde el miedo aún no se va.