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Por Jorge Gómez Naredo
@jgnaredo
El domingo 28 de diciembre se descarriló el Tren Interoceánico. Lamentablemente, hasta el momento de escribir este artículo, 13 personas fallecieron y 98 resultaron heridas, cinco de ellas de gravedad.
La presidenta Claudia Sheinbaum informó en sus redes sociales: “Los heridos se encuentran en hospitales del IMSS en Matías Romero y Salina Cruz, así como del IMSS-Bienestar en Juchitán e Ixtepec. He dado instrucciones para que el secretario de Marina y el subsecretario de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación se trasladen al lugar y atiendan a las familias de manera personal; también los delegados del IMSS e IMSS-Bienestar”.
Hasta ahora no se sabe con certeza qué ocurrió. La Fiscalía General de la República ya investiga si se trató de un accidente o de un posible acto de sabotaje. No existe aún información concreta que explique por qué se descarriló el tren.
Se trata de un hecho profundamente lamentable para el país. Las pérdidas humanas, las personas heridas y el trauma provocado no pueden minimizarse. Los accidentes ferroviarios ocurren en distintas partes del mundo; por ello es indispensable investigar a fondo, esclarecer las causas y evitar que algo así vuelva a repetirse.
Sin embargo, la reacción de sectores de la oposición fue miserable. Desde redes sociales y algunos medios de comunicación aprovecharon la tragedia para cargar contra los gobiernos de la Cuarta Transformación, sin el menor respeto por las víctimas.
Un ejemplo es el del periodista Manuel López San Martín, quien afirmó: “La corrupción e ineptitud sale cara… Se descarriló el Tren Interoceánico en Nizanda, Oaxaca… Otro proyecto fallido de AMLO”, reduciendo una tragedia humana a un argumento político.
No fue el único. Muchas voces de la oposición reaccionaron de forma similar. Para ellos, parecería que cualquier tragedia que golpee al pueblo mexicano es celebrable si sirve para atacar a la Cuarta Transformación. Creen que eso les dará ventaja, pero en realidad sólo los exhibe como buitres que se alimentan de la desgracia ajena.
