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REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
La quema masiva de pirotecnia durante las celebraciones navideñas deterioró gravemente la calidad del aire en municipios del Valle de México. Tras horas de estruendos y explosiones constantes, se detectó en zonas como Tlalnepantla, Nezahualcóyotl, Coacalco y Tultitlán, alto nivel de contaminación ambiental por mala calidad del aire, sucedió porque no hubo control, regulación ni acciones preventivas por parte de los gobiernos municipales, acusaron vecinos. El resultado fue una especie de neblina tóxica que obligó a emitir alertas y recomendaciones sanitarias cuando el daño ya estaba hecho.
“Despertamos con olor a pólvora metido hasta dentro de la casa, mis hijos amanecieron con tos y ardor en los ojos. Cada año pasa lo mismo y nadie hace nada”, reclamó Laura Jiménez, habitante de Nezahualcóyotl. En Tlalnepantla, Carmen Rodríguez, madre de un menor asmático, describió la noche como una condena: “Tuvimos que encerrar al niño, ponerle nebulizador. La autoridad aparece solo en redes, pero en las calles brilló por su ausencia”.
La Dirección de Monitoreo Atmosférico confirmó que varias zonas registraron índices “malos”, aunque, para muchos, el comunicado llegó tarde. “La información es inútil cuando no hubo prevención”, sentenció Jorge Hernández, integrante de un colectivo ambiental que acusó directamente al edil por permitir la venta clandestina de cohetes y reducir la política ambiental a propaganda.
En mercados y calles, testigos relataron que los puestos de pirotecnia operaron sin control. “Había venta abierta, sin inspecciones. Aquí la autoridad solo observa”, afirmó Luis Ortega, comerciante de la zona. Las denuncias coinciden en un punto: el ayuntamiento abandonó su responsabilidad y dejó a la ciudadanía respirar humo, miedo y desprotección.
Más allá de una noche festiva, el episodio se convirtió en un recordatorio de la fragilidad institucional y de un aire que, cada diciembre, se vuelve irrespirable por omisión oficial. Mientras los vecinos resisten con cubrebocas y ventanas cerradas, el reclamo queda flotando, tan pesado como el humo navideño.