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El accidente entre el camión de pasajeros de la línea Tlachaloya y una unidad dejó paralizada la carretera Toluca–Atlacomulco. El saldo, personas lesionadas
REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
El lunes un golpe seco sacudió la mañana y rompió la rutina en la carretera Toluca–Atlacomulco, esto luego de que un autobús de la línea Tlachaloya terminó estrellado contra la parte trasera de un tráiler, quedando con el frente destrozado, el parabrisas pulverizado y fierros retorcidos como prueba del impacto brutal.
Pasajeros relatan que el conductor circulaba a velocidad excesiva, ignorando los reclamos y la carga humana que transportaba. “Íbamos muy rápido, sentí cómo el camión se levantó y luego todo fue un golpe. Me pegué en la cabeza y empecé a sangrar”, narró uno de los lesionados mientras presionaba una toalla improvisada sobre su frente.
Dentro de la unidad, el escenario fue de terror: cuerpos lanzados al pasillo, gritos ahogados y rostros cubiertos de sangre.
El interior del autobús parecía un campo de batalla. Asientos desprendidos, vidrios clavados en la ropa, mochilas y zapatos regados entre charcos de sangre. Varias personas presentaban heridas en la cabeza, pies y brazos, producto del choque contra estructuras metálicas. Sin ambulancias a la vista, los propios pasajeros auxiliaron a los más graves, intentando detener hemorragias con camisas y pañuelos.
La indignación creció con el paso de los minutos. Los servicios de emergencia tardaron más de dos horas en arribar, tiempo en el que el dolor se intensificó y la angustia se volvió insoportable. “Nadie nos atendía, algunos se estaban desmayando. Fue una eternidad”, denunció otra víctima.
Cuando finalmente llegaron las unidades médicas, los heridos fueron trasladados a hospitales de la zona. El conductor del autobús no permaneció en el lugar en los primeros momentos y su situación quedó bajo investigación. Autoridades iniciaron peritajes para determinar las causas del choque y deslindar responsabilidades.
El accidente no dejó víctimas mortales, pero sí una estela de sangre, miedo y preguntas sin respuesta. Una vez más, el exceso de velocidad y la negligencia al volante convirtieron una carretera en un escenario de morbo y dolor que pudo terminar en tragedia.
