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REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
La mañana del viernes transcurría con normalidad en el barrio de Jesús, en la comunidad de San Pablo Autopan, al norte de Toluca, hasta que un impacto seco alteró la rutina. Un autobús de la empresa Concentradora Urbana de Pasaje, colisionó con un taxi en una intersección, dejando a un hombre de la tercera edad tendido sobre el asfalto. Para los vecinos, el accidente fue la gota que derramó años de enojo acumulado.
Familiares del lesionado relataron que el adulto mayor fue auxiliado entre gritos y confusión, mientras el operador del camión permanecía dentro de la unidad.
En cuestión de minutos, decenas de personas rodearon el autobús. La escena cambió del auxilio a la confrontación: insultos, reclamos y amenazas se multiplicaron, al grado de que algunos intentaron sacar por la fuerza al conductor para golpearlo.
Elementos policiales intervinieron para evitar la agresión directa y resguardaron al chofer dentro del vehículo, que quedó inmovilizado por la propia comunidad.
“No es solo este choque; son años de abusos, de camiones que corren como si no llevaran gente”, reclamó una vecina, mientras otros exigían que el operador no fuera liberado sin responder por lo ocurrido.
Las familias del barrio aseguran que viven con miedo constante. Denuncian exceso de velocidad, falta de supervisión y accidentes recurrentes que rara vez derivan en sanciones visibles. “Aquí nadie responde hasta que hay un herido. Hoy fue un abuelito”, expresó un familiar del taxista.
El episodio evidenció una realidad persistente en el Estado de México: un sistema de transporte que, según los vecinos, falla en seguridad y control. La reacción colectiva, advierten, no nace del deseo de violencia, sino del hartazgo de comunidades que sienten que su vida diaria vale menos que la impunidad al volante.
