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La saturación en las prisiones de la CDMX expone a los internos a violencia, enfermedades y condiciones inhumanas que vulneran su vida y dignidad
Fernando Ortiz
Ciudad de México.- La Ciudad de México enfrenta prisiones saturadas al 130 % o más, internos hacinados en celdas diseñadas para seis personas y servicios básicos inexistentes, en 2025, vivir tras las rejas significa exponerse a enfermedades, violencia y condiciones inhumanas que vulneran la vida y la dignidad de miles de personas privadas de libertad.
Varias prisiones funcionan con ocupaciones que rebasan su capacidad, un problema que ya no es sólo estadístico, sino una amenaza directa a la salud, la dignidad y los derechos humanos de miles de personas privadas de su libertad.
Según reportes, algunas prisiones capitalinas operan por encima del 130 % de su capacidad, por ejemplo, el Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, uno de los penales más grandes de la capital, trabaja al 134 % de ocupación.
La sobrepoblación no es un fenómeno aislado, sino que, forma parte de una tendencia nacional de saturación penitenciaria que, para febrero de 2025, mostraba cifras alarmantes, en el país operan 275 prisiones con 240,212 personas privadas de la libertad, cuando la capacidad oficial es para 224,825.
Más de la mitad de esas cárceles exceden su capacidad diseñada, y en muchas celdas que fueron pensadas para seis u ocho personas ahora duermen más de veinte. Parte de la saturación responde al uso creciente de la prisión preventiva oficiosa, lo que provoca que un alto porcentaje de internos esperen un juicio o resolución sin condena firme.

El hacinamiento ha generado un escenario en el que la atención médica, la alimentación, la higiene y las condiciones básicas de vida son insuficientes o inexistentes, más de 130 centros penitenciarios en México operan con sobrepoblación, lo que limita seriamente el acceso a servicios esenciales.
La saturación ha reducido la relación entre personal de salud y población privada de libertad, lo que incrementa el riesgo de contagios, enfermedades crónicas no atendidas, desnutrición y problemas de salud mental. En ese contexto, la falta de espacio impide el distanciamiento, la ventilación adecuada y la privacidad, factores clave en entornos de encierro.
El hacinamiento no solo afecta la salud física, también la seguridad y la convivencia en los penales, las condiciones extremas han facilitado la proliferación de autogobiernos internos, violencia entre internos, motines, riñas e incluso situaciones de fuga.
El sistema de prisiones en la Ciudad de México refleja fallas estructurales profundas, reclusorios saturados, servicios insuficientes, violencia, violaciones graves a derechos humanos y una reinserción casi inexistente.