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Por Lengua larga
Si en Xochimilco existiera una trajinera llamada “La Vergüenza”, seguro la estaría capitaneando Circe Camacho. La mujer llegó prometiendo que pondría al Partido del Trabajo en lo más alto, pero lo único que puso en alto fue la cantidad de desastres, ocurrencias y parientes cobrando quincena. Porque si algo distingue a esta administración es que el nepotismo no es una sospecha: es prácticamente el deporte nacional de la alcaldía.
Circe juró que sacaría a Xochimilco de la miseria. Y sí… pero olvidó aclarar que solo se refería a los suyos, a la familia bendecida por el presupuesto público. Los xochimilcas de a pie siguen igual —o peor—, mientras la parentela ampliada vive mejor que trajinera VIP con mariachi incluidos.
Los canales, antes orgullo turístico, hoy parecen sopa instantánea de descomposición: espuma rara, olor a tragedia y un color que hace llorar a cualquiera con córneas funcionales. Las trajineras ya no pasean turistas; pasean frustraciones, pero eso sí, entre chelerías que brotan más que los anuncios de “se solicita personal” en la propia nómina de la alcaldesa.
Y no hablemos de la seguridad. Según vecinos, la venta de droga ya es tan cotidiana que parece servicio a domicilio. Si Uber Eats no entrega ahí, los dealers sí. Mientras tanto, Circe actúa como si viviera en un Xochimilco de fantasía, con flores frescas, canales limpios y cero quejas. Ojalá nos invitara a ese universo alterno, porque en este, el desastre tiene nombre y apellido.
La miseria y Circe Camacho nacieron el mismo día que tomó protesta, pero la miseria fue más generosa: se expandió.
Circe prometió sacar a los xochimilcas de la pobreza, solo que no aclaró que era a los xochimilcas de su familia. La alcaldía está hundida… y no solo por el agua turbia, sino por una administración que confunde gobernar con repartir puestos como si fueran dulces de piñata.
El PT creyó que la mujer iba a levantar al partido; Circe lo levantó, sí… pero directo al paredón del ridículo. Ahí está, brillando como ejemplo de cómo arruinar una alcaldía mientras sonríe como si todo fuera parte de un proyecto artístico incomprendido.
Y mientras Xochimilco clama auxilio, la alcaldesa sigue convencida de que todo marcha. Será porque desde el palacio familiar que convirtió en oficina alterna se ve el mundo más bonito.