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Por Ricardo Sevilla
Enrique Alfaro se suma al staff técnico del Real Valladolid Club de Fútbol en España como auxiliar de Guillermo Almada.
¡Diablos! ¡Ésa sí no me la esperaba! Y creo que nadie se lo hubiera imaginado. O muy pocos.
Y es que Alfaro no es, ni remotamente, un ícono del balompié, sino un expolítico —exgobernador de Jalisco entre 2018 y 2024— cuyo pasado está lejos de ser inmaculado.
Al contrario. Usted ya sabe que el emecista Enrique Alfaro es toda una fichita.
¿El club pucelano ignoró deliberadamente sus antecedentes?
Desde Valladolid, la directiva del club —propiedad del legendario Ronaldo Nazário— defiende la contratación, no por el conocimiento futbolístico de Alfaro sino por sus supuestas habilidades como “genio” para transmitir mensajes, solucionar crisis y convencer personas.
Eso, desde luego, es una vacilada. Y ellos lo saben, pero se hacen tontos.
Pero le digo más: al conversar con una fuente que trabaja en la directiva del Valladolid, nos salieron con la gracejada de que la contratación de Alfaro es una “combinación entre deporte y política”.
Dicen estos loquillos que los mejores servidores públicos se convierten en asesores de élite internacional al retirarse.
¿En serio? ¿Alfaro asesor de élite? ¡Por favor!
Aquí, en México, recordamos al exgobernador Alfaro por su carácter iracundo, la represión, la escalada de violencia en Jalisco, las desapariciones, las fosas clandestinas y la influencia del Cártel de Jalisco Nueva Generación (CJNG).
¿Qué demonios ha llevado a los directivos del Valladolid a asociar su imagen con un exgobernador con este negro historial?
Y fíjese que no solo es el fichaje de perfiles ajenos al campo de futbol.
No se recluta a un auxiliar técnico; se ficha a un estratega de la narrativa, cuya principal tarea, en este momento, será desviar la atención de su pasado.
Una cosa es cierta: el pasado violento de Alfaro mancha la camiseta pucelana.
