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El error del PAN

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Por Sabina Berman

A veces el error principal está a la vista. En especial en las organizaciones enormes y los asuntos extensos.

Ahí está el error: se le nombra, se publica el error en los periódicos, se le debate, y se pasa de largo y se nombran otros errores menores: todo se confunde: nadie recuerda cuál era el error principal.

Hace dos meses, sin embargo, el presidente Fox volvió a señalar con el dedo índice el gran error en el que incurrieron los gobiernos neoliberales:

–No subimos los salarios mínimos y debimos hacerlo –dijo con su vocerrón a una periodista.

Al no subir los salarios mínimos durante esos largos 30 largos años de gobiernos neoliberales, los salarios en general se mantuvieron congelados.

Así que mientras se favorecía a los empresarios y en consecuencia la economía crecía, la riqueza creada se concentraba solo y solo en los últimos percentiles de los más ricos del país, mientras la gran mayoría de la gente vivía cada año con mayor dificultad.

–Pero se crearon instituciones valiosísimas para representar a la Sociedad Civil –ha dicho alguna politóloga.

Para la gran mayoría esas instituciones fueron lejanísimas y sobre todo no se comían ni se bebían.

–Y a todo esto –le preguntó la periodista a Fox, ¿por qué no subieron los salarios?

Sentado en un gran sillón, Fox lo explicó:

–Porque los empresarios nos dijeron que si subíamos el salario mínimo (y por tanto subían los otros salarios), subiría la inflación y la economía colapsaría. Así que les creímos y no los subimos.

Y por fin hay que agregar a la recapacitación de Fox lo obvio: sucede en el contexto de un segundo gobierno de la Izquierda, que ha ganado el favor de la gran mayoría de los electores precisamente por haber hecho lo contrario.

En el sexenio de AMLO, los salarios mínimos se subieron la friolera de 130%. Los salarios en general subieron un 30%. Encima el gobierno repartió ayudas sociales a tres cuartas partes de los hogares del país.

Y la economía no colapsó.

Creció de forma insignificante, cierto, el país se endeudó más, cierto también, pero a cambio el reparto de dineros sí benefició a la gran mayoría de la gente, y ahí donde más lo notó: en los alimentos sobre sus mesas de comedor, en la posibilidad de pequeños lujos como viajes o un transporte nuevo, en la posibilidad de enviar a sus hijos a la universidad.

Que los electores voten por el partido que los beneficia a ellos muy concretamente no es extraño.

Lo extraño es pedirles a los electores lo que hoy les sigue pidiendo el PAN: que voten por el beneficio del percentil más rico del país y las instituciones autónomas, sacrificándose en el proceso a ellos mismos.

Porque eso les pide el PAN cuando insiste en basar su oferta únicamente en hacer crecer a la economía o en proteger instituciones de tiempos idos, instituciones distantes a las mesas de comedor de la gente.

Mientras el PAN y la Derecha en general no asuman su error principal, su oferta es traducida por los electores así:

–Déjenos volver a gobernar para volver a ser los usufructuarios del robo al Estado.

Está, claro, la tentación de radicalizarse hacia el resentimiento contra el progresismo que hoy impera, concretizada en La Fórmula Salinas: hagamos de la política una batalla cultural.

Y sí, de seguro habrá sexistas y clasistas y racistas amargados que se sumarían al grito de Malditas feministas y Malditos morenos.

¿Pero cuántos son esos?

¿20% de los electores?

Yo creo que menos.

Y está la tentación también de basar la identidad del PAN solo en la crítica a las taras de Morena, que son obvias por enormes: la corrupción y la inseguridad.

¿Pero puede el PAN de verdad ostentarse como el partido de la no-corrupción?

Solo procurando una amnesia colectiva a los electores.

¿Y cómo el partido que solucionó la inseguridad?

La sangrienta guerra contra el narco y la revelación de que su lugarteniente, García Luna, era en sí mismo un narco, lo vuelven imposible.

Al final, le asiste la razón a Fox: sí, es la economía, estúpidos.

De forma más puntual, es la economía familiar: lo que decide el voto del elector son las cosas que podrá poner en la mesa de su familia cada día, las tortillas, los frijoles, las frutas, el litro de leche, la mantequilla.

Es decir, eso en una democracia que le funciona más o menos al demos.

El PAN se ha desprendido demasiado de las buenas razones que lo formaron originalmente.

La primera y principal fue la que le dio el nombre.

Cuentan que sus fundadores revisaban en un comedor las opciones para llamar a su partido, y Manuel Gomez Morín dijo:

–PAN, que así se llame.

–¿Por qué? –le preguntaron.

Gómez Morín dijo:

–Porque su promesa principal debe ser llevar el pan a cada mesa de México.

Y palmeó con la mano la mesa.

De ahí que el primer símbolo del PAN fue una espiga de trigo.

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