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Por Gustavo Infante Cuevas
Vergil Ortiz Jr. volvió a demostrar que el poder no se compra, se nace con él. En su tierra, Fort Worth, el texano necesitó apenas dos rounds para desmantelar a Erickson Lubin y defender con autoridad su cinturón interino del WBC en las 154 libras. Desde el primer golpe, Ortiz salió a cazar. Lubin intentó boxear a la distancia, pero la presión del mexicano-estadounidense fue implacable.

En el segundo asalto, una lluvia de derechas y ganchos obligó al referee a detener la pelea. No hubo discusión: fue una demolición pura.

Y cuando el público todavía rugía, llegó el momento que todos esperaban: Jaron “Boots” Ennis se levantó de su asiento, subió al ring y encaró a Ortiz frente a las cámaras. Dos invictos, dos estilos eléctricos y una sola pregunta en el aire: ¿quién es el verdadero heredero del trono en las 154? Ortiz no se escondió: “Yo dije que sí. Si quiere pelear, aquí estoy.” Ennis respondió con una sonrisa desafiante.

El boxeo necesita de rivalidades así: jóvenes, peligrosas y sin miedo. Ortiz vs Ennis no es solo una pelea; es el futuro del boxeo estadunidense. Y si todo sale como los fans desean, el principio del 2026 podría regalarnos una guerra que marque época.