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Por Salvador Guerrero Chiprés
La cohesión social y dinamismo económico crecen cuando el sector público y privado asumen que seguridad y prosperidad solo pueden construirse de manera conjunta.
El reciente acuerdo entre el C5 y la Cámara Nacional de Comercio (Canaco) más allá de un convenio técnico es una declaración política sobre la corresponsabilidad y una apuesta económica por la estabilidad. No se trata sólo de enlazar cámaras, sino de entrelazar confianzas.
Esa convergencia está sustentada por liderazgos empresariales como el de Vicente Gutiérrez Camposeco, quien como presidente de la Cámara más longeva del país — fundada el 27 de agosto de 1874 y calificada como la “Cámara Madre”— muestra apertura al proceso de seguridad desplegado en la capital nacional.
La conexión de voluntades y las capacidades de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, a decir del dirigente, profundizan la seguridad en la CDMX, donde los delitos de alto impacto revelan una disminución de 60 por ciento en siete años.
Francis Fukuyama, el politólogo estadounidense, afirma que las sociedades con altos niveles de confianza social son capaces de generar organizaciones económicas más complejas y, por tanto, más prósperas. Esa tesis explica por qué los acuerdos entre instituciones públicas y sector privado fortalecen la seguridad y amplían el horizonte de la economía y cohesión social.
En una ciudad donde cada cámara puede prevenir un delito, la incorporación de dispositivos privados a la red pública representa una extensión real del sentido ciudadano del empresariado por convertirse en protagonista de la prevención.
La alianza del C5 con la “Cámara Madre” consolida un modelo de gestión de la seguridad, donde la tecnología pública se alimenta de la responsabilidad privada y el interés empresarial se traduce en compromiso social.