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Por Eduardo López Betancourt
DAR PASO AL TALENTO Y CALIDAD
Resulta por demás lamentable la ruptura de relaciones con nuestro país hermano, Perú, circunstancia que nos recuerda el fatal desenlace ocurrido el cinco de abril de 2024 con nuestro fraterno Ecuador.
México ha mantenido, a lo largo de la historia, el principio de no intervención en los asuntos que competen exclusivamente a la soberanía de otras naciones. Invariablemente, debemos sostener en materia diplomática una orientación firme hacia estos ideales; de ninguna manera debemos perder el afecto histórico que nos une a los países con los cuales compartimos identidad y destino. Es inimaginable que desviemos la mirada del sur de nuestro continente.
Es cierto que la diplomacia y las buenas maneras requieren talento, el cual debe imponerse como siempre se ha hecho, pues se nos ha visto como los hermanos mayores. Durante años hemos logrado la admiración y el cariño de esas naciones; por ello, urge recuperar los valores fraternales que por siglos nos han vinculado. No se justifica nada que implique “malos entendidos”, y mucho menos que se nos considere “intervencionistas”. México ha sido ejemplo de pulcritud y respeto hacia la libre determinación soberana de los pueblos.
Me resulta inconcebible que Lima no nos favorezca hoy con aquellos lazos tan profundos, o que en Quito y Guayaquil no podamos contar con sus innumerables muestras de aprecio y admiración. Durante centenares de años nos ha identificado una relación sólida y afectuosa.
Es momento de que, con humildad, se elimine la arrogancia y, particularmente, la soberbia, y tengamos la disposición de ofrecer disculpas si ha habido malos entendidos.
Un cambio de actitud es indispensable. Acudir a los profesionales de la diplomacia resulta urgente: basta ya de improvisados y de políticos que pretenden manejar un ámbito tan delicado como lo es el Derecho de Gentes.
México ha tenido grandes representantes diplomáticos: Genaro Estrada, autor de la célebre Doctrina Estrada que rige nuestra política exterior; Gilberto Bosques, recordado por su noble labor durante la Guerra Civil española; Alfonso García Robles, nada menos y nada más, Premio Nobel de la Paz, que gran orgullo; y, por supuesto, Rosario Castellanos, poeta y diplomática que falleció en Israel cumpliendo con esmero sus delicadas funciones.
Demos paso al talento y a la calidad humana por encima de los políticos ignorantes.