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Por Eduardo López Betancourt
Agresiones intensificadas
No suele ser recomendable utilizar una columna para asuntos personales. Sin embargo, cuando lo escrito provoca represalias o actos indebidos contra su autor, el silencio deja de ser una opción.
Mantengo una trayectoria académica cercana a sesenta años, dedicada de forma ininterrumpida a la docencia y a la investigación. Soy autor del mayor número de obras jurídicas, principalmente en el ámbito del derecho punitivo. He sido firme en mis convicciones, muchas veces incómodo para quienes consideran que la crítica atenta contra la autoridad. Mi lucha ha sido, y seguirá siendo, por la democracia dentro de mi Casa de Estudios.
Los universitarios tenemos derecho a elegir a nuestras autoridades en todos los niveles, incluidos los jueces. Paradójicamente, en la Universidad Nacional Autónoma de México esto no ocurre. La institución se encuentra bajo el control de una élite cerrada, que no admite la menor disidencia ni la crítica razonada.
Hace unas semanas señalé las fallas estructurales y, sobre todo, la ausencia de democracia. Desde entonces comenzaron las represalias. En una reunión celebrada hace varios meses, el Rector Leonardo Lomelí, en presencia del Abogado General, Hugo Concha Cantú, prometió poner fin a la persecución en mi contra, originada únicamente por mis opiniones. Reconoció los atropellos y aseguró que cesarían.
No cumplió. Por el contrario, las agresiones se intensificaron y aparecieron nuevas maniobras destinadas a causarme perjuicios irreparables. Lo más deplorable ha sido la intromisión en la vida de mis familiares, un acto que rebasa todo límite moral.
La UNAM necesita un cambio profundo. Mi caso no es aislado. Muchos universitarios son víctimas de la misma mezquindad, de la vulgaridad institucionalizada y de prácticas repulsivas que no cesarán mientras prevalezcan los intereses creados. Hoy una burocracia improductiva, aunque sumamente beneficiada, administra un presupuesto cercano a sesenta mil millones de pesos: botín de quienes han hecho de la academia un negocio personal.
La universidad que alguna vez fue símbolo de libertad y pensamiento crítico no puede seguir siendo rehén de quienes confunden el poder con el conocimiento.