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Chiapas

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Por Eduardo López Betancourt

Enfrenta rezagos 

Al igual que el estado de Yucatán, Chiapas ha mantenido una relación de imposición respecto al gobierno mexicano. Conviene recordar que existieron dudas entre los chiapanecos sobre su anexión a México, debido a la consulta popular y a las negociaciones políticas celebradas el 14 de septiembre de 1824, fecha en que la Junta Provisional de Chiapas proclamó oficialmente su adhesión al país.

Chiapas formaba parte originalmente de la Capitanía General de Guatemala, por lo que lo lógico habría sido que permaneciera dentro de esa jurisdicción. No obstante, pese a ese origen, los chiapanecos han permanecido firmes en su identidad mexicana, sin renunciar a sus particularidades.

Los chiapanecos poseen un concepto generoso de unidad. Es importante destacar la presencia de grupos originarios que conservan con dignidad sus costumbres, su lengua y su visión del mundo, lo que distingue a Chiapas del resto de los estados de la República. En esta entidad impera, como en ninguna otra, un indigenismo genuino y profundo, que debe ser atendido con el respeto y la dignidad que merece, preservando sus tradiciones y valores.

Resulta innegable la existencia de claras coincidencias culturales entre chiapanecos y guatemaltecos. En buena medida, algunos grupos aún expresan cierta nostalgia por su independencia, fenómeno similar al que ocurre con los yucatecos.

Chiapas enfrenta rezagos en prácticamente todos los ámbitos. Sus últimos gobernantes no han estado a la altura del reclamo social; por ello, la deuda con su población es grande, y se demanda un verdadero esfuerzo en educación, salud, infraestructura y vivienda.

Ese sentimiento de abandono se reflejó en el surgimiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), movimiento que el 1 de enero de 1994 declaró la guerra al gobierno mexicano, exigiendo el reconocimiento y la protección de los derechos de los pueblos originarios, así como su autonomía y dignidad.

Chiapas necesita gobernantes identificados con los valores de su territorio y con la grandeza de su gente.

Es momento de que la justicia social y el sentido humano se hagan presentes en tan importante entidad, donde las cifras de pobreza y marginación reflejan un abandono que clama por atención.

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