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¿Dónde está el canciller?

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Por Ana María Vázquez

Con la era de Trump se acabó la hipocresía, en esta segunda etapa en la que el mandatario

norteamericano parece corto de tiempo para “cambiar el mundo”, antes que él, muchos presidentes han hecho atrocidades para derrocar gobiernos y robar sus recursos o hacerse del dominio territorial; Estados Unidos siempre ha sido un país depredador, al mismo estilo de los viejos piratas, pero con la amenaza armamentista y un belicismo del que vive desde que se fundó.

¿Por qué había de ser diferente Trump?, la única diferencia es que no usa máscaras y que el descaro con el que se maneja no le impide seguir humillando, culpando y atropellando a los países a los que necesita doblegar para el aprovechamiento no de Estados Unidos, sino de la élite de ultra ricos que sostiene MAGA, muchos aliados a Turning Point, del que fuera creador Charly Kirk y que había aportado al movimiento más de 85 millones de dólares para un presidente declarado culpable por 34 cargos.

El mismo que sin empacho declara a sus enemigos como terroristas o narcotraficantes y que disfruta con las humillaciones de Milei o de Zelensky. Trump maneja sus fichas como el empresario que es. Terminó la era de la simulación y comenzó la del descaro en una lucha abierta por un tercer periodo. Con el regresó al fascismo, la represión a las minorías, y las libertades; lo creímos erradicado luego del fin de la Segunda Guerra y fuera de unos focos de neonazismo perfectamente focalizados no había tenido un boom como el que ahora se ha dado y de la mano ni más ni menos que de Netanyahu.

Un cocktail que ha puesto los ojos en Latinoamérica, empezando por Venezuela y ahora Colombia con los ataques abiertos de ayer domingo a Petro vemos una sombra naranja teñir el horizonte, mientras nuestra cancillería, tibia, ha sido incapaz de pedir explicaciones y pruebas sobre las visas que ha quitado a funcionarios, quizá por miedo a lo recientemente sucedido a Colombia, de la que Trump ha anunciado el retiro de apoyos económicos, sin embargo, ante el miedo, permanecemos callados como en los años previos a la Segunda Guerra, en la que se dejó crecer al monstruo hasta que ya no hubo forma de detenerlo. Más allá de las condecoraciones recibidas por Israel, la pregunta es: ¿qué está haciendo por nuestro país el canciller De la Fuente? ¿Dónde queda nuestra dignidad y solidaridad? ¿Esperaremos a que sea demasiado tarde para dar un manotazo o convocar a una reunión de países latinoamericanos para frenar la catástrofe?

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