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Panchita

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Por Eduardo López Betancourt

Su historia nos deja lecciones

Panchita es un personaje común, presente en la vida real, aunque a veces parece provenir del mundo de la imaginación. Al final, sus historias se entrelazan. Era una mujer amable, de baja estatura y algo robusta, siempre sonriente y cordial en su trato.

Era dueña de un puesto callejero donde, con su comal, atendía a los clientes por las tardes y noches. Todos se marchaban satisfechos, pues además de la buena comida, los precios eran accesibles. No faltaban los refrescos embotellados, pero el favorito era el café endulzado con piloncillo, mejor conocido como café de olla. Panchita disfrutaba su trabajo y su clientela crecía cada día.

Un conocido, al notar su éxito, la animó y apoyó para abrir un restaurante formal. Sin embargo, ahí comenzó su fracaso.

Administrar un negocio de ese tipo exige conocimientos y preparación que solo se adquieren con estudio. De pronto tuvo que tratar con proveedores poco honestos y adaptarse a un entorno que desconocía. Además, decidió cambiar su imagen: intentó hacer dieta sin lograrlo, contrató empleados que se burlaban de ella y pidió que dejaran de llamarla “Panchita”; desde entonces quiso ser “Doña Francisca”. Lo peor fue que fingió tener estudios que en realidad no poseía.

El resultado fue un fracaso total. La ahora “Doña Francisca” se convirtió en motivo de burla, perdió clientes y generó desconfianza. Aunque ella se siente afortunada de dirigir su restaurante, el negocio ha ido perdiendo calidad y está al borde de la quiebra. Los comensales la observan con lástima, conscientes de que intentó alcanzar metas para las que no estaba preparada.

La historia de Panchita no es única; se repite en distintos contextos donde la preparación es indispensable para administrar cualquier empresa. Una lección importante para muchas “Panchitas” es reconocer sus límites y evitar rodearse de personas improductivas, pues eso solo conduce al desastre. Bienvenidas las “Panchitas” que no se dejen dominar por la soberbia y conserven la sencillez y humildad, cualidades esenciales para dejar huella.

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