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Tres comunidades de Santo Tomás de los Plátanos resultaron severamente afectadas tras una tormenta que inundó viviendas y destruyó caminos rurales
REDACCIÓN
La noche del sábado, una lluvia incesante cayó sobre el municipio de Santo Tomás de los Plátanos con una fuerza que pocos recuerdan, en apenas unas horas, el aguacero transformó calles en corrientes de agua, arrastró piedras, basura y tierra, y dejó tras de sí un paisaje de devastación.
Las comunidades de Tacuitapan, Ixtapantongo y Rincón Grande, fueron las más golpeadas, con decenas de viviendas anegadas y la carretera Colorines–Santo Tomás completamente bloqueada por deslaves y escombros.
“Nos quedamos sin nada. El agua se metió hasta la cocina y lo que no se llevó, lo echó a perder el lodo”, relató doña Carmen, vecina de Tacuitapan, mientras removía los restos de muebles hinchados por la humedad. Con voz cansada, aseguró que la tragedia no fue sorpresa para nadie. “Cada año es igual. Nadie limpia los cauces, nadie revisa los drenajes. Solo vienen cuando el desastre ya salió en las noticias”, lamentó.
En medio de la emergencia, el alcalde Ismael Matías Domínguez acudió a las zonas afectadas acompañado de personal de Protección Civil estatal y municipal. Se habilitó el Auditorio Municipal como refugio temporal, donde decenas de familias pasaron la noche entre colchonetas y cobijas donadas por el DIFEM.
También se anunció el inicio de un plan de atención para reparar caminos y apoyar a los damnificados. Sin embargo, la población percibe que esas medidas son paliativas y no soluciones duraderas.
El puente de Ixtapantongo, que conecta con el municipio de Valle de Bravo, sufrió un severo socavón que amenaza con colapsar. La estructura quedó inservible, aislando a familias que ahora dependen de rutas alternas de terracería
Mientras el municipio evalúa los daños y promete obras de reparación, las familias damnificadas solo piden algo más simple: que las autoridades aprendan a anticiparse. Porque, como dijeron varios habitantes, en Santo Tomás ya están cansados de esperar que la ayuda llegue flotando, cuando la lluvia ya lo ha destruido todo.
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