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Por Ricardo Sevilla
Imagine que usted es un empresario y que, como todo emprendedor, desea que su compañía crezca y se consolide.
Imagine que, justo en ese momento, un personaje se le acerca y le dice que si se asocian su empresa crecerá y se consolidará, como usted quiere.
Usted se emociona y decide asociarse con esa persona y, por ende, le abre las puertas de su empresa, de su negocio.
Pero ocurre que esa persona, lejos de hacer crecer y consolidar su empresa, como usted se hubiera imaginado y deseado, lo que realmente quiere es arrebatársela.
Sí, resulta que el socio en el que confío quiere despojarlo de su compañía. Y para llevar a cabo su funesto objetivo saca a relucir sus peores ardides.
Pero le digo más: ocurre que, para llevar a cabo su miserable cruzada, contrata un despacho de abogados. Pero no a cualquier despacho, sino uno que se llama Zebadúa, Murguía y Luna Ramos Abogados.
Un despacho que, curiosamente, pertenece a Emilio Zebadúa, el personaje que, de acuerdo con diferentes investigaciones periodísticas, lideró la llamada “Estafa Maestra”.
¿Qué pensaría usted? ¿Se imagina?
Pues eso es justo lo que está sucediéndole a distintos empresarios. ¡Esa es la triste realidad que están experimentando!
Un bufet, que pertenece a Emilio Zebadúa y a su hijo, Nicolás Zebadúa, le ha dado instrucciones a su equipo legal para que empleen toda suerte de artimañas legaloides para despojar a sus socios de sus empresas.
Y uno de esos personajes, sin duda execrables, se llama José Manuel Suárez Díaz, un tipo al que defienden los Zebadúa, y que es señalado como artífice de empresas fantasma ideadas para defraudar a sus socios.
Los mismos empresarios me han dicho que, en contubernio con distintas autoridades, particularmente del Poder Judicial, José Manuel Suárez ha logrado despojar a dos de sus socios utilizando toda la artillería de influencias con las que cuenta el despacho de Emilio Zebadúa.
Y eso tiene preocupados, evidentemente, a los emprendedores.