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Benito Juárez, Tlalpan, Iztapalapa y Xochimilco figuran entre las zonas más vulnerables por su ubicación sobre suelo blando y transición geológica
POR JUAN R. HERNÁNDEZ
GRUPO CANTÓN
Ciudad de México.- A 40 años del terremoto de 1985, la capital del país sigue siendo una de las urbes más vulnerables ante un sismo de gran magnitud. No sólo por su densidad poblacional y su historia sísmica, sino también por fenómenos recientes como los hundimientos y socavones que, aunque no tienen relación directa con los temblores, generan incertidumbre entre los habitantes.

La investigadora del Instituto de Geofísica de la UNAM, Delia Bello, explica que los socavones están vinculados principalmente al tipo de suelo y a la extracción excesiva de agua, mientras que los hundimientos derivan del ablandamiento del subsuelo por exceso o pérdida de humedad. “En caso de un sismo fuerte, lo que más preocupa no son los socavones, sino la vulnerabilidad de las construcciones y la calidad del suelo”, señala.
De acuerdo con la especialista, si ocurriera un movimiento telúrico de gran magnitud, como uno superior a 8 proveniente de las costas de Acapulco, los efectos variarían según la frecuencia de las ondas: los sismos lejanos afectan sobre todo edificios altos, mientras que los cercanos —como el del 19 de septiembre de 2017— golpean con fuerza a estructuras medianas, de entre cuatro y siete pisos. Los microsismos, en cambio, impactan más a viviendas de uno o dos niveles.

Las alcaldías asentadas sobre el antiguo lecho lacustre representan el mayor riesgo, ya que amplifican las ondas sísmicas: Benito Juárez, Tlalpan, Iztapalapa y Xochimilco figuran entre las más vulnerables. En el caso de Benito Juárez, recuerda Bello, varios edificios colapsaron en 2017 porque no respetaron el reglamento de construcción y estaban ubicados en una zona de transición entre suelo blando y firme.
La especialista advirtió que no basta con tener un reglamento de construcción avanzado, como el que rige desde 1985: el verdadero problema es que no se cumpla. “El riesgo aumenta cuando se hacen modificaciones indebidas en los edificios, se sobrecargan con mercancías o se levantan construcciones sin supervisión técnica. La corrupción inmobiliaria es tan peligrosa como la propia sismicidad”, enfatiza.

De cara al 19 de septiembre, Bello recomienda a la población tomar en serio los simulacros, conocer los puntos de seguridad de sus viviendas y oficinas, y acudir a Protección Civil o a un ingeniero estructural en caso de detectar grietas o daños. “Los sismos seguirán ocurriendo. La diferencia entre la tragedia y la resiliencia está en la preparación”.
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