306 lecturas
Por Juan R. Hernández
En un mundo donde los techos de cristal parecen reforzarse cada vez que una mujer se acerca al poder, la figura de la magistrada Celia Marín Sasaki emerge como un referente de capacidad, experiencia y visión humanista en el Poder Judicial de la CDMX.
Tras platicar con ella y hacer un repaso de la reforma judicial impulsada por la 4T, deja un mensaje claro: es momento de que una mujer encabece el Tribunal Superior de Justicia, después de más de cuatro décadas con dominio masculino.
Marín Sasaki no llega de improviso ni con discursos huecos. Su trayectoria habla por ella. Con más de 30 años de carrera, inició en Sinaloa defendiendo a menores y familias vulnerables; pasó por cargos de responsabilidad en instituciones tutelares, y en la CDMX se forjó como jueza penal durante 18 años en el Reclusorio Varonil Sur. Desde 2011 es magistrada titular, primero en la Séptima Sala Civil y después en la Quinta Sala, donde ha consolidado una reputación de independencia y perspectiva de derechos humanos.
Su formación es sólida: maestrías en Derecho Penal y en estudios sobre violencia de género. Pero lo que realmente distingue a Marín Sasaki son sus sentencias emblemáticas, como la que abrió el camino a la libertad de Yakiri Rubio, criminalizada tras defenderse de su agresor. Hoy, Yakiri es estudiante de Derecho y defensora de mujeres violentadas; su historia es también reflejo de la visión con la que la magistrada imparte justicia.
No obstante, su aspiración enfrenta resistencias. La presidencia del Tribunal ha estado marcada por inercias de machismo, misoginia y nepotismo, con un mismo titular durante siete años el Dr. Rafael Guerra. Romper con esa estructura implicaría no solo un cambio de nombre, sino una transformación de fondo.
La pregunta es sencilla: ¿seguirá el Tribunal repitiendo la historia de exclusión o se atreverá a reconocer que el talento femenino también puede dirigir con firmeza y visión de futuro? Hoy, más que nunca, es tiempo de mujeres.