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Una lección de boxeo: Crawford dominó a Canelo con inteligencia y precisión

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POR GUSTAVO INFANTE CUEVAS
Grupo Cantón

El sábado por la noche fuimos testigos de uno de esos combates que quedan grabados en la historia del boxeo. La mega pelea entre Saúl Canelo Álvarez y Terence Bud Crawford en el Allegiant Stadium de Las Vegas no fue solo una unificación de títulos: fue un duelo de legados, de inteligencias y de estilos que nos regaló un nuevo capítulo en el libro de los inmortales del boxeo.

Y es que, para sorpresa de muchos, el desenlace fue contundente: Terence Crawford venció por decisión unánime a Canelo Álvarez, con tarjetas de 116-112, 115-113 y 115-113, para proclamarse campeón indiscutido del peso supermedio y convertirse en el primer peleador de la era de los cuatro cinturones en lograrlo en tres divisiones diferentes. Una hazaña histórica que, en mi opinión, lo coloca en la cima absoluta: el mejor boxeador de todos los tiempos.

Desde que Canelo hizo su caminata hacia el ring, algo se sentía distinto. Lo vi serio, concentrado, pensativo, quizá hasta nervioso. No fue el Canelo sonriente de otras noches. Y cuando comenzó el combate, la incógnita se resolvió: enfrente tenía a un Crawford en estado de gracia. Inteligente, calculador, moviéndose como reloj suizo, pegando y saliendo. Fue un espectáculo de precisión, un recital técnico que recordó a Muhammad Ali y a Floyd Mayweather, pero con un toque de agresividad que lo hace único.

Canelo buscó trabajar al cuerpo y cortar el ring, pero Crawford siempre estuvo un paso adelante. Lo hizo fallar, lo desesperó, y cada vez que el mexicano intentaba imponer su poder, el de Omaha respondía con combinaciones rápidas y certeras. Al final, las tarjetas reflejaron lo que vimos en el ring: una lección de boxeo.

El ambiente en el estadio fue impresionante. Más de 70 mil aficionados crearon una atmósfera electrizante. Eso sí, debo confesar que, en un escenario tan grande, aunque tengas buenos asientos, no se ve igual que en una arena, como lo es el T-Mobile Arena. Hubo que apoyarse en las pantallas gigantes para seguir cada detalle. Pero estar ahí, sintiendo los gritos y la tensión, es una experiencia que ningún televisor puede igualar.

Otro punto que me sorprendió fue el respeto absoluto entre ambos. No hubo insultos ni show barato. Al final, Canelo reconoció la grandeza de su rival y Crawford se mostró humilde en la victoria. Además de llevarse todos los cinturones, recibió el cinturón especial del WBC, el “Tlaxcala II”, una verdadera obra de arte y un cinturón ‘The Ring’ valuado en 188 mil dólares.

En la conferencia de prensa posterior, Crawford insinuó que podría bajar a las 160 libras para buscar nuevos retos. Y si algo quedó claro el sábado, es que “Bud” no tiene miedo de escribir su propia historia, una que ya lo ha convertido en leyenda.

Para mí, lo de este fin de semana no admite debate: Terence Crawford es el mejor boxeador de la historia. Lo que hizo frente a Canelo, uno de los mejores libra por libra de los últimos 20 años, es una proeza que quedará para la posteridad.
El boxeo tiene un nuevo rey. Y el sábado lo vimos coronarse.

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