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Por Salvador Guerrero Chiprés
Esta noche marcará un parteaguas en la historia política y simbólica de México: por primera vez una mujer, Claudia Sheinbaum, encabezará como Presidenta la ceremonia del Grito de Independencia y, al mismo tiempo, otra mujer, Clara Brugada, conducirá los festejos en la Ciudad de México como Jefa de Gobierno.
El acontecimiento resignifica la Independencia y la actual democracia mexicana al colocar en el centro a las mujeres gobernantes y a quienes forjaron historia y fueron relegadas de los relatos.
Desde 1810, el Grito de Dolores ha sido punto de la narrativa de origen de la Patria. En ese balcón del Palacio Nacional, esa campanada y esa arenga anual se afirma la continuidad de México como proyecto político. Sheinbaum dará el Grito en nombre de un país con avances en paridad política como ningún otro en América Latina, pero también en el de quienes, como Leona Vicario o Josefa Ortiz de Domínguez, habían sido relegadas.
El lugar destacado y destinado este año a ambas insurgentes es un reconocimiento a la deuda histórica con quienes arriesgaron su vida por la Independencia. Leona Vicario fue una de las principales financiadoras y estrategas. Puso su fortuna e inteligencia al servicio del movimiento; aun perseguida y encarcelada sostuvo a las tropas con recursos, contactos y mensajes. Papel decisivo.
Josefa Ortiz fue quien alertó a los insurgentes de Querétaro cuando la conjura estaba a punto de ser descubierta. Sin su aviso, el levantamiento de Miguel Hidalgo hubiera sido sofocado antes de empezar. Su intervención fue el detonante mismo de la insurrección.
Sin ellas, la Independencia no habría tenido el curso conocido.
El país, nacido de mujeres insurgentes, tendrá hoy una Presidenta y 13 gobernadoras al frente de los festejos de los 215 años de la Independencia. La Patria vive tiempo de mujeres.
