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Por Eduardo López Betancourt
elb@unam.mx
Por más que se pretenda ocultar, la triste realidad es que en la bella entidad suriana prevalece un absoluto desgobierno.
Como nunca antes, ha recibido innumerables apoyos presidenciales que, lejos de cumplir su objetivo, han alimentado la voracidad insaciable de sus autoridades. La inexperiencia, la falta de visión y, sobre todo, la ausencia de honestidad es evidente. El Poder Ejecutivo lo ejerce el progenitor, quien, en lugar de orientar los esfuerzos hacia un clima de paz y estabilidad, ha permitido que la inseguridad sea la norma. Es bien sabido que el verdadero gobierno lo ejercen los distintos grupos criminales. Los hechos son contundentes: secuestros, extorsiones y homicidios se multiplican sin freno.
Una parte considerable del presupuesto se destina a la propaganda, mientras el nepotismo se consolida como constante. A nivel federal y partidista, se ha mostrado un respaldo sistemático a un gobierno sin oficio ni beneficio social.
En ninguna otra entidad se ha controlado y silenciado de manera tan evidente a los poderes Legislativo y Judicial. El primero fue entregado al yerno del personaje siniestro que, de facto, gobierna la entidad. El segundo, al padre de quien maneja las finanzas del estado. Queda claro que este desgobierno se sostiene apenas con alfileres, mientras el estado fallido es ya una realidad: se ha perdido la capacidad de gobernar, de mantener el orden y la estabilidad en su territorio.
La autoridad estatal es débil, casi inexistente. La inestabilidad política se intensifica con graves conflictos internos y constantes enfrentamientos entre autoridades municipales y estatales. A ello se suma el dominio absoluto de grupos delictivos fuertemente armados, que actúan sin recato alguno. La seguridad de los ciudadanos permanece en constante riesgo.
El panorama es aún más dramático si se considera que la educación y la salud están totalmente abandonadas. Poner remedio y un “hasta aquí” a esta farsa no será en desdoro del gobierno federal; por el contrario, reforzará su credibilidad al demostrar que no admite complicidades, corruptelas ni el grave nepotismo que hoy destruye a Guerrero.