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Por Salvador Guerrero Chiprés
@guerrerochipres
Frente a las emergencias suele ponerse a prueba tanto la solidaridad comunitaria como la capacidad institucional. En esos momentos se hacen visibles gestos de empatía y coordinación.
La explosión de la pipa de gas en el Puente de la Concordia, con un saldo hasta ayer de ocho personas fallecidas y más de 90 lesionadas, dejó ver la concordia no solo como nombre del lugar, sino como valor comunitario ante la adversidad.
En la empatía desplegada en Iztapalapa se confirma lo planteado por el sociólogo francés Émile Durkheim respecto a la cohesión social: frente al desastre emerge una moral colectiva. En la capital nacional trabajó de la mano con la autoridad.
Vecinas y vecinos que sofocaron llamas con cubetas, cubrieron con mantas cuerpos quemados, levantaron a las personas heridas y compartieron comida con familiares demuestran fuerza social en momentos de vulnerabilidad.
El gobierno reaccionó con el despliegue de las Secretaría de Seguridad Ciudadana, de Gestión Integral de Riesgos y Protección Civil, de Salud, Bomberos, paramédicos, así como de la alcaldía de Iztapalapa. En el sitio la presencia de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, es evidencia de compromiso y preocupación.
Sin esa respuesta estructurada, la solidaridad vecinal correría el riesgo de quedar aislada.
Ayer, en la conferencia sobre el tema, Brugada —acompañada de los secretarios Pablo Vázquez, Myriam Urzúa, Nadine Gasman y Araceli Damián, así como al Fiscal Bertha Alcalde— detalló puntualmente las afectaciones y subrayó ese equilibrio entre lo social e institucional.
Hubo instrucción de acompañamiento psicológico y jurídico a las víctimas, así como apoyo funerario. Además, agradecimiento: “a la ciudadanía que de inmediato apoyó”, dijo la mandataria local. Desde la mañanera, la Presidenta Claudia Sheinbaum refrendó ayuda “en todo lo que se necesite”.
Hay empatía y concordia.
