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Por Eduardo López Betancourt
El magistrado Rafael Guerra continuará como presidente del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México. En ese cargo lleva ya varios años, durante los cuales ha enfrentado un sinnúmero de vicisitudes, entre ellas paros, protestas de trabajadores y la desaparición de diversos juzgados. Sin duda, la situación resulta preocupante en el órgano jurisdiccional más grande del país.
Guerra es egresado de la antigua Escuela de Estudios de Aragón, donde formó parte de las primeras generaciones, y ha desarrollado una carrera judicial relevante, que incluye su desempeño como Ministerio Público. Tales circunstancias le permiten conocer de fondo la problemática de la impartición de justicia.
Lo más alarmante es la corrupción que impera en ese ámbito. Bien conocida es la conducta ilícita de jueces y magistrados, en la que también participan secretarios y personal administrativo. Con descaro se “arreglan” decisiones que al final resultan en grave perjuicio para lo que debería ser una recta impartición de justicia. El reciente proceso de selección de jueces y magistrados ha estado lleno de imprecisiones, sin que exista certeza de que los nuevos integrantes de la toga respondan a las exigencias ciudadanas.
Guerra deberá enfrentar esa realidad, donde incluso se sabe que jueces y magistrados colaboran con despachos de abogados y dictan resoluciones a modo. Así, importantes empresas confían sus asuntos a esos bufetes, tras los cuales se esconden funcionarios judiciales corruptos. Es momento de un cambio profundo, y aquellos magistrados deshonestos deberán marginarse de prácticas que solo generan un ambiente de descomposición.
Por supuesto, nada fácil será el camino, pues resulta difícil que quien ha sido inmoral cambie su conducta. Es indispensable que desaparezca del ánimo del juzgador el favoritismo, tan despreciable como dañino; peor aún es la inquina, es decir, que se dicten sentencias en contra de personas a quienes se considera enemigas o, simplemente, antipáticas. La justicia no puede tener afectos ni resentimientos.
Esperemos que Guerra cumpla con su deber.