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Por Salvador Guerrero Chiprés
Fueron electos mediante el voto
Más allá del atuendo negro, sobrio y solemne, la toga es una prenda cargada de historia. En Roma simbolizaba la dignidad de los ciudadanos libres; en la Edad Media europea fue emblema del poder judicial, y en la modernidad mexicana, desde la herencia virreinal hasta la construcción del Estado posrevolucionario, se convirtió en la vestimenta distintiva de la justicia.
Ahora, en la Ciudad de México, este atuendo acaba de adquirir nuevo sentido: ya no es únicamente símbolo de legalidad, ahora también representa la voluntad popular.
Por primera vez, quienes portan la toga fueron electos mediante el voto. Este hecho abre una grieta en la forma tradicional de entender la justicia: la ciudadanía, y no una élite política, definió quiénes la encarnan.
La investidura de 34 magistrados, 98 jueces y 5 integrantes del Tribunal de Disciplina Judicial se convirtió en un acto fundacional, donde la prenda dejó de ser un recordatorio de jerarquía para transformarse en puente entre instituciones y ciudadanía.
El acto en el cual Rafael Guerra Álvarez, presidente del Tribunal Superior de Justicia, acompañado por la Jefa de Gobierno Clara Brugada, impuso la toga representa un cambio de época: el compromiso con el Derecho y sus principios abstractos incorpora la confianza popular.
La democracia no es únicamente régimen de normas, es también de símbolos.
El acompañamiento institucional —con la presencia de César Cravioto, Secretario de Gobierno; la Fiscal Bertha Alcalde; la Consejera Jurídica, Eréndira Cruzvillegas; el general Rus Peñaloza Meneses, Coordinador de la Guardia Nacional en CDMX, y el Capitán de Navío Octavio Azcuaga, Coordinador Operativo de Seguridad en la capital nacional— refuerza la noción de trabajo coordinado y conjunto.
La toga, antes emblema de solemnidad, es ahora también la piel visible de la democracia. Y ese cambio marca el inicio de una nueva relación entre ciudadanía y justicia en la Ciudad de México.
