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Por Jorge Gómez Naredo
@jgnaredo
El miércoles, Alejandro Alito Moreno, senador del PRI y presidente de dicho partido, subió a la tribuna del Senado mientras se entonaba el Himno Nacional.
Apenas concluyó la ceremonia, comenzó a discutir con el presidente de la Cámara, el senador de Morena Gerardo Fernández Noroña.
Alito le gritó y lo empujó. Noroña le pidió que no lo tocara y, segundos después, recibió un puñetazo. Un trabajador del Senado intentó intervenir para evitar que Moreno continuara golpeando, lo cual desató aún más la ira del priista, quien terminó empujándolo y derribándolo.
Este hecho resulta lamentable e indigno, y refleja la desesperación no sólo de Alejandro Moreno, sino de toda la oposición. Durante los últimos siete años, los adversarios de la Cuarta Transformación han intentado, por todos los medios, desprestigiar a los gobiernos emanados de Morena sin conseguirlo. Han difundido mentiras y campañas de odio que, lejos de debilitar el respaldo popular hacia la 4T, han fortalecido su simpatía entre la ciudadanía.
La mayoría de los medios de comunicación intentó justificar la agresión de Alito, llegando incluso a inventar que Fernández Noroña había iniciado la trifulca. Sin embargo, las imágenes y videos circularon rápidamente y desmintieron esa versión. Más tarde, algunos medios adoptaron el argumento de que Noroña “se lo merecía”, como si expresar ideas, debatir y señalar en el Poder Legislativo fuera un motivo legítimo para ser agredido.
No cabe duda: la oposición atraviesa una etapa de gran desesperación y cae en excesos indignantes. Alejandro Moreno, dirigente del PRI, al agredir a un compañero legislador, cometió una afrenta que, sin duda, debería ser sancionada.
Con golpes y empujones la oposición no logrará nada. La política se gana con ideas y acciones que beneficien al pueblo. Pero al PRIAN eso ya se le olvidó… o, simplemente, nunca le interesó.
