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El símbolo del sol: iluminación solar

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Por Pedro Linares Manuel

En la tradición masónica, el Sol no es solo un astro que ilumina el mundo físico, sino un símbolo de la luz que guía al iniciado hacia la verdad interior. Representa la conciencia despierta, la claridad mental y la energía vital que disipa las sombras de la ignorancia.

La enseñanza es clara: la iluminación que simboliza el Sol no debe ser confundida con fanatismo ni con imposición. La luz no se impone; se ofrece. Así como el amanecer llega sin estruendo, la verdadera comprensión espiritual se abre paso de manera natural en el corazón dispuesto, sin forzar el despertar de quienes aún duermen.

HUMILDAD

En masonería, este símbolo recuerda que el conocimiento adquirido ha de compartirse con humildad, sin pretender dominar a los demás con “verdades absolutas”. El Sol también marca el ritmo de la vida: el día y la noche, el trabajo y el descanso, la siembra y la cosecha.

Para el masón, aprender a vivir en armonía con estos ciclos significa respetar los procesos, tanto propios como ajenos. No todos alcanzan su mediodía interior al mismo tiempo; cada alma tiene su propio amanecer.

En el camino iniciático, “iluminar” no es deslumbrar ni quemar; es alumbrar con suavidad, como el rayo que penetra por una rendija y va revelando el espacio sin violencia. Un iniciado que irradia luz con amor y sin imposición se convierte en faro, no en inquisidor. El misterio oculto del Sol en la Masonería En los antiguos rituales, el Sol no solo representaba la luz visible, sino la fuente de toda vida y de toda verdad.

Esta enseñanza se transmitía en símbolos, para recordar que lo esencial de la luz no es lo que se ve con los ojos, sino lo que se experimenta con el corazón despierto. En los grados más avanzados, el Sol se asocia al “Ojo de Dios” que todo lo ve, pero no para vigilar ni castigar, sino para sostener y guiar.

Así como el Sol recorre el cielo en un ciclo perfecto, el iniciado aprende que su vida también debe ser un viaje ordenado: amanecer de la inocencia, mediodía de plenitud y ocaso de entrega consciente. La verdadera iniciación no es llegar rápido al mediodía, sino recorrer cada etapa con integridad. El misterio final es comprender que la luz que buscamos no viene de fuera; siempre estuvo dentro. La Masonería nos recuerda que somos hijos de la luz y que nuestra tarea es vivir de tal manera que, cuando el ocaso llegue, podamos decir: “He sido luz para mi camino, y mi luz ha servido a otros”.

Enseñanza final: el Sol nos recuerda que la luz es valiosa porque existe la noche. No se trata de eliminar la oscuridad a la fuerza, sino de encender la claridad dentro de uno mismo y dejar que esa claridad inspire a otros a buscar su propia aurora. Con respeto y esperanza.

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