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Me gusta cuando callas y estás como ausente

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Por Sabina Berman

Me gusta cuando callas y estás como ausente

Qué lindo. Lo escribió Pablo Neruda el siglo pasado en un poemario.

–Cállense pinches viejas pendejas –lo escribió en X hace dos semanas un tipo de pelo pintado de rojo.

Qué feo.

Pero en el fondo ambas frases piden lo mismo: que las mujeres no despeguen los labios.

Y otro tuitero agregó:

–Las putas viejas de la Mesa Rábano. Rojas por fuera, blancas por dentro. Fuera del Canal 21 idiotas.

Eso entre la andanada de mensajes contra las cinco mujeres que realizan el programa de análisis político La Mesa Roja en Canal 21, el canal de la ciudad de México.

Resultó que entre los tuiteros acosadores estaba un señor al que acá llamaré Agustín. Y resultó que Agustín también era conductor de un programa de Canal 21.

Y resultó también, por mera coincidencia, que por esos días las mujeres de la Mesa Roja asistieron a Largo Aliento, el programa que yo conduzco, para hablar de cómo las mujeres dialogamos distinto.

“Partimos de no querer tener la única razón”. “Escuchamos a la otra, al otro, y aún si no es perfecto nuestro acuerdo con lo que diga, a continuación, seguimos tejiendo la comprensión del tema.” “El tono es de una conversación, no de una competencia. No de tú o yo. Sino de tú y yo.”

Cito varias de sus afirmaciones desde la imperfecta memoria.

Bueno, pues su aparición en Largo Aliento redobló la ira de sus malquerientes en X. Las leperadas escalaron de tono. Y surgieron las acusaciones de obradorismo no ortodoxo. Y yo también fui incluida entre las mujeres asediadas.

“Se declaró sionista la judía”. Sí, en 2014, once años antes de que Israel emprendiera un genocidio en Gaza. “Se burló de López Obrador”, porque comenté las fricciones de AMLO con las feministas y me reí. “Momia burguesa”, porque he acumulado años de vida.

Hasta acá, nada parecía inusual en el parque de violencias verbales que es X. Pero esta vez las mujeres de La Mesa Roja sí demostraron que las mujeres dialogamos distinto.

¿Qué hicieron?

¿Descoserse en explicaciones de por qué sí son rojas por dentro?

No.

¿Atacar con tuits igual o más ofensivos?

No.

¿Se retiraron de la batalla, derrotadas pero dignas?

Tampoco.

Usaron una estrategia que sorprendió a muchos y sienta un precedente.

Llevaron 300 tuits insultantes de Agustín a la Defensora de las Audiencias del Canal 21. Y la abogada Karla Prudencio (perfecto su apellido, dado el caso) revisó los 300 tuits y dictaminó algo que es también una novedad.

Que aún si los mensajes violentos fueron emitidos en un medio distinto a Canal 21, fueron emitidos por la misma persona que tiene un programa ahí, y la dirección de Canal 21 debería así considerarlo.

Es decir, si una diputada borracha hace un desmán fuera de un restaurante, no puede alegar ante los electores que la borracha y la diputada sobria son dos personas distintas.

No: son la misma persona.

Si Agustín monta un ataque en X contra cinco mujeres que trabajan en el mismo canal que él, no puede alegar que el acosador es otra persona.

No, es la misma persona.

Establecido eso, la dirección de Canal 21 decidió despedir a Agustín.

Ojalá ese precedente haga repensar a los señores antes de dar rienda suelta a su rabia contra las señoras en las redes, un deporte que es muy atendido: según el mismo X, las mujeres reciben el doble de insultos que los hombres tuiteros; y las mujeres de los medios y de la política, el triple.

¿Por qué ocurre? ¿Por qué las mujeres recibimos tanto odio cuando nos expresamos en público y de lo público?

Porque estamos trascendiendo la prohibición patriarcal de no hacerlo.

–Lárgate a un convento –le grita Hamlet a Ofelia, cuando ella opina sobre la conducta del príncipe de Dinamarca.

–Madre, regresa a tus habitaciones, a tu telar y a la rueca–le espeta el joven Telémaco a su madre Penélope, la reina de Ítaca, cuando ella opina en una junta de guerreros. — El problema es un asunto de hombres, y especialmente mío, que soy el dueño de esta casa.

Pues con la pena por los caballeros que no se han enterado: hoy ya no vivimos en la Ítaca de Telémaco: hoy vivimos en el siglo de la igualdad entre los géneros, y para proteger nuestro derecho a expresarnos sobre lo público y en público, la última década las mujeres hemos ido tejiendo y aprobando reglamentos y leyes.

Y las estamos usando para mandar al machismo muy lejos, a Ítaca.

El Papa Francisco reunió las manos como si fuese a rezar y dijo:

–Hermanas en la paz, el mayor don de una mujer es su dulzura silenciosa.

Corría el año 2015 y el Papa respondía así a una docena de monjas argentinas que le reclamaban espacios de autoridad en el Vaticano para las numerosísimas mujeres de la curia, por siglos esquinadas en los conventos.

No, querido Papa Francisco, con la pena, pero el mayor don que las mujeres podemos traer a lo público no es nuestro dulce silencio, es una nueva civilidad en el dialogo.

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