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Por Salvador Guerrero Chiprés
La desaparición no solo arrebata la presencia física, roba también la posibilidad de un último abrazo, una despedida, un cierre; es un duelo inconcluso, interminable. Saber qué pasó no borra el dolor, pero permite comenzar otro camino y, en algunos casos, abrir la puerta a la justicia.
En ese momento, la tecnología se convierte en puente entre ausencia y memoria, entre oscuridad y un poco de luz. El análisis forense de los videos no solo documenta hechos, también ofrece a las familias la oportunidad de encontrar respuestas.
El videomonitoreo forense, esa herramienta que rastrea y analiza imágenes previas y posteriores al tiempo y espacio en los cuales ocurren los hechos investigados, tiene un valor único: permite reconstruir los pasos de la persona, seguir rutas, identificar patrones de movimiento y lugares clave para la investigación.
La localización de personas desaparecidas exige rigor, articulación institucional y herramientas precisas. Los reportes a la línea 9-1-1 activan el protocolo: se piden características de la persona —descripción física, vestimenta, señas particulares— y se informa a unidades policiales, se revisan cámaras.
Una vez que se ha presentado la denuncia ministerial, los familiares de las víctimas, acompañadas por agentes de la Policía de Investigación pueden revisar los videos en las instalaciones del C5.
Este esfuerzo forma parte de una estrategia institucional.
La Jefa de Gobierno, Clara Brugada, presentó el Gabinete de Búsqueda de Personas Desaparecidas como medida orientada a la coordinación de esfuerzos. A esta iniciativa se sumó el nombramiento de Luis Gómez Negrete como titular de la Comisión de Búsqueda, a quien ayer recibimos en el C5.
Ambos movimientos responden a una necesidad concreta: garantizar certidumbre y resultados. Una luz para las familias frente al infierno de la desaparición.