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Dulce, de 12 años, fue ejecutada en su casa de lámina y cartón en San Pablo Atlazalpan. Vecinos aseguran que el ataque estuvo ligado a un problema familiar
REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
La madrugada del lunes, el silencio de San Pablo Atlazalpan se rompió con el estruendo de varios disparos que retumbaron en las estrechas calles. Eran cerca de las cinco de la mañana cuando dos sujetos armados, a bordo de una motocicleta, llegaron hasta una humilde vivienda hecha de lámina y cartón.
En el interior, dormía Dulce, una niña de apenas 12 años, junto a su hermano menor. Los agresores irrumpieron sin decir palabra y dispararon a quemarropa.
La escena fue rápida y brutal. Dulce cayó sin vida sobre el piso de tierra, mientras su hermano, en un acto desesperado, escapó corriendo hacia un campo de cultivo.
“Escuchamos los balazos, salimos y ya estaba la niña tirada, cubierta de sangre”, relata don Javier, vecino de la calle Reforma. Entre sollozos, los vecinos comentan que la familia arrastraba una deuda que podría estar detrás del ataque, aunque la causa exacta sigue sin confirmarse.
Para la comunidad, este asesinato no es un hecho aislado, sino el reflejo de una violencia que se ha vuelto cotidiana. “Aquí la policía solo aparece después de que matan a alguien, nunca antes”, denuncia doña Rosario, vecina de la misma colonia. Los habitantes aseguran que desde hace años piden patrullajes y alumbrado público, pero las respuestas oficiales son mínimas.
El hermetismo de la Fiscalía mexiquense alimenta la desconfianza. No hay retratos hablados, ni versiones oficiales claras sobre el móvil, y mucho menos detenidos. La falta de información oficial incrementa el temor de que el caso termine en el archivo, como tantos otros homicidios sin resolver en Chalco.
Mientras la familia de Dulce enfrenta el dolor y la pobreza, el resto de la comunidad vive con miedo. Las madres han comenzado a organizarse para acompañar a sus hijos a la escuela y evitar que caminen solos. “Ya no sabemos si nuestros niños volverán a casa”, comenta entre lágrimas doña Leticia, habitante de la colonia.
Dulce soñaba con seguir estudiando y jugar con sus amigas, pero su vida fue arrebatada en segundos.
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