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Este fin de semana en diversas ciudades se celebró el Día Internacional de los Pueblos Indígenas. Un día, solamente un día para voltear a ver a unos pocos de los 68 pueblos indígenas cuyas lenguas luchan por no desaparecer; 364 que se extinguen poco a poco víctimas del racismo, ese lastre colonial que dividía a los indígenas en castas, desde el mestizo al saltapatrás y cada uno reflejando que tan “pura” era la sangre” y que nos ha perseguido culturalmente hasta llegar a nuestro siglo, en el que el “aspiracionismo” representativo del “mexicano nice” era el de la piel blanca y rasgos finos que mostraba la televisión o el cine norteamericano; había que ser como ellos, “los güeritos”
El mundo tampoco se quedó atrás, uno de los postulados de Hitler fue el de la pureza racial y en su nombre se han efectuado multitud de masacres, “limpiezas étnicas” (por no decir genocidios) como el que hoy veos en Gaza. La idea de ser “diferente y puro”, de ser superior, también viene con el dinero y a ostentación o con el plagio de unos huaraches para ponerles una marca reconocida y venderlos como propios o, cuando mucho, como “su versión” del “folklore latino” (otro eufemismo).
Me llamó la atención la declaración de una indígena “No somos indios, somos humanos”, una afirmación que hace reflexionar sobre los contextos, sobre todo lo antes mencionado y que, si nos detenemos un poco en ella, derrumbaría todos los racismos; en efecto, primero son humanos y como tal debe tratárseles, pero no solamente un día, sino todos y con el respeto que se han ganado por generaciones. Humanos, personas cuyo color de piel, lengua diferente y tradiciones ancestrales les ha enseñado mucho más que aquellos que viajan y ostentan, que aquellos que denuestan llamándolos “Toro Sentado”. El respeto a la tierra, al agua, al aire y a todo lo que les rodea y constituye la casa de todos que el capitalismo, la ambición y la depredación no han sabido respetar y que las “ladies y lores” gritando “pinche negro”, “es mi dinero, yo me lo gané”, enfundados en ropa de marca; caciques modernos, terratenientes con múltiples propiedades de dudosa procedencia y autos del año deberían aprender, porque nada de eso se llevarán a la tumba, se irán solos, como todos, solos con su conciencia.
Humanos, solo humanos, porque la riqueza no está en el bolsillo.
Ana María Vázquez
Escritora/Dramaturga
@Anamariavazquez