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Por Salvador Guerrero Chiprés
Durante las vacaciones, el acompañamiento comunitario es pieza clave para complementar la estrategia institucional de seguridad, basada en la videovigilancia y presencia policial.
Los datos convocan a construir comunidades atentas, redes barriales organizadas y cultura de la prevención.
De acuerdo con los reportes al C5 de la Ciudad de México, este año hemos atendido más de 5 mil 500 casos de robo a casa habitación con y sin violencia. El modus operandi suele ser tan sistemático como predecible: los ladrones observan con anticipación, recorren varias veces la calle o vigilan edificios, identifican hábitos y buscan casas aparentemente solas.
Además de la estrategia de seguridad instruida por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada —renovación e incremento de vehículos policiales y cercanía con los habitantes—, se necesita una red de prevención a partir de la confianza con vecinos, acuerdos comunitarios, comunicación constante y vigilancia colectiva del entorno.
Instalar cámaras en áreas comunes, revisar cerraduras, evitar publicaciones en redes sociales que delaten nuestra ausencia, pedir a alguien de confianza el encendido y apagado de luces y observar si algo extraño sucede son medidas básicas que pueden hacer la diferencia.
Comunicación con las hijas e hijos y con vecinos respecto a los riesgos o aprender a identificar movimientos sospechosos son formas de recuperar el espacio público y proteger el privado. Acciones con valor colectivo.
El C5 contribuye no solo con la operación de 83 mil 414 cámaras, también con más de 16 mil botones de auxilio en la vía pública, así como atención a través de las líneas 9-1-1, 089 para denuncia anónima, 55 5036 3301 contra la extorsión y *765 por violencia de género. Redes sociales como @C5_CDMX amplían las vías de comunicación entre ciudadanía y gobierno.
En la prevención la mejor cerradura es una comunidad vigilante.