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Maduro en el poder

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Por Eduardo López Betancourt

Amarga realidad

Nuevamente, la farsa se presenta en Venezuela: elecciones ficticias donde la “mano negra” del dictador se hace evidente.

Por más que se intente disimular, el país permanece atrapado en una tiranía abrumadora que ha generado pobreza y, aún más grave, persecuciones y altos niveles de inseguridad.

El militarismo es una amarga realidad. La democracia ha desaparecido por completo. En las elecciones presidenciales del pasado 27 de julio, el “chavismo” logró hacerse con el control de más del 85% de las alcaldías. El mañoso y tartufo Maduro se aferra al poder de manera supuestamente legal, siempre respaldado por la fuerza de las bayonetas.

Venezuela fue un país próspero. El petróleo impulsó una economía brillante, que ocupó un lugar destacado en América del Sur en múltiples ámbitos.

Todo cambió con la llegada al poder de Hugo Chávez, un mitómano que aspiraba a imitar a Fidel Castro, incluso en la forma de hablar. Con su discurso de la “revolución bolivariana” prometió erradicar la pobreza, pero solo consolidó un mito irresponsable que dio inicio a la quiebra económica y a la pérdida de credibilidad internacional de una nación que antes contaba con bases sólidas.

A su muerte, Chávez, como monarca absoluto, designó sucesor a su chofer: un hombre de escasa preparación, ex guardaespaldas, y símbolo de la pobreza intelectual del régimen. Así, un atrabancado Nicolás Maduro continuó la destrucción de la democracia y del progreso en la tierra de Simón Bolívar.

Los arrebatos de Maduro son frecuentes; sus decisiones, siempre orientadas al conflicto, han llevado a Venezuela al colapso. Millones de ciudadanos, desesperados, han huido al extranjero. Me consta cómo respetables profesionistas se han visto obligados a emplearse en otros países, alejándose de lo nauseabundo que hoy representa la vida cotidiana en la patria de Rafael Bolívar Coronado, compositor venezolano de cuyo poema extraigo este fragmento:

“Soy hermano de la espuma,
de las garzas, de las rosas
y del sol…”
Venezuela merece algo mejor.

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