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Por Salvador Guerrero Chiprés
En una ciudad tan compleja ningún dispositivo basta si está desconectado de la comunidad. La vigilancia solo es efectiva cuando se entiende como un esfuerzo colectivo, con voluntad política, tecnología útil y ciudadanía participativa para conectar actores y modelos capaces de generar efectos positivos.
El bien común, de acuerdo con pensadores como Jürgen Habermas, es una construcción colectiva, no autoritaria, mediante procesos de diálogo, deliberación y participación ciudadana. Desde el C5 de la CDMX partimos de una premisa central: sin comunidad no hay seguridad.
Y de esa colectividad forman parte tanto instituciones como ciudadanía. Desde el Gabinete de Seguridad encabezado por la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, se ha impulsado un modelo integral de participación entre dependencias y alcaldías que permite conocer las necesidades de vigilancia y establecer estrategias conjuntas.
Con disposición de cooperación, el C5 y alcaldías establecen alianza para robustecer la seguridad y socializar las mejores prácticas en el uso de herramientas como los botones de auxilio o el funcionamiento de las 83 mil 414 cámaras de la CDMX.
Un primer ejercicio cívico se desplegó esta semana con el alcalde en Magdalena Contreras, Fernando Mercado, con quien supervisamos la operación de los dispositivos y promovimos su uso responsable. La alcaldía cuenta con mil 716 cámaras y tótems, 661 botones de auxilio y 311 altavoces que difunden la alerta sísmica.
Cada uno de los reportes ciudadanos —los más comunes por agresiones, choques sin lesionados y escándalo— conecta con el C2 Poniente, uno de los siete operados por el C5, desde donde se articula el envío de unidades policiales o de atención prehospitalaria.
En colaboración, la mirada está puesta en la seguridad.
