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Por Eduardo López Betancourt
Los conflictos en Medio Oriente no cesan. Cuando no es Líbano, es Irak, Palestina (en particular Gaza) y ahora Irán. Todo hace pensar que Israel se mantiene ajeno a cualquier propósito de paz. La crueldad con la que ataca al pueblo palestino resulta inhumana; el mundo se horroriza ante las muertes de una población civil indefensa. Lo más grave es que la pasividad de muchas naciones las convierte en cómplices de un genocidio que, paradójicamente, recuerda la tragedia que vivieron los judíos durante el terror hitleriano. En este contexto, resulta inexplicable la actitud del Presidente israelí Benjamin Netanyahu.
Ahora, sin mayor justificación, Israel ataca a Irán con el argumento de las supuestas “armamentos nucleares”. Así, el gobierno israelí considera que debe poner un alto a las Fuerzas Armadas de la República Islámica de Irán, arrojándose el papel de “policía mundial”.
El enfrentamiento en Medio Oriente, ha sido una sucesión de guerras y episodios violentos motivados por razones políticas, religiosas y territoriales. Las consecuencias han sido devastadoras: millones de personas desplazadas, infraestructura destruida y un impacto negativo en la economía global.
Recientemente, el conflicto entre Israel e Irán se ha intensificado con ataques aéreos y lanzamiento de misiles. Israel ha bombardeado instalaciones nucleares, mientras que Irán ha respondido con ofensivas similares. Esta escalada ha generado preocupación internacional y ha provocado un alza en los precios del petróleo.
La humanidad se encuentra en vilo, al borde de una posible hecatombe de consecuencias impredecibles. Lo cierto es que las potencias mundiales y los organismos internacionales han mostrado una preocupante indiferencia frente a la necesidad de restablecer el orden y el respeto en la región.
Es indiscutible que el gobierno de Benjamin Netanyahu mantiene una postura beligerante y, ni por asomo, busca la armonía. Ha demostrado, de forma constante, una conducta implacable. Las imágenes que llegan desde la Franja de Gaza no solo evidencian crueldad, sino también un profundo odio.
Es urgente que Israel modifique su comportamiento. Basta de agresiones sin control. El respeto debe ganarse mediante el diálogo, la conciliación y la convivencia pacífica con sus vecinos. En este empeño, Estados Unidos de América tiene un papel crucial que no puede eludir y tal parece que Trump se está orientando a esa complicada hazaña.
