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¿Y el canciller?

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Por Ricardo Sevilla

Jesús Molina Veya, un migrante mexicano, murió bajo custodia del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), en Georgia.

Molina Veya, de 45 años, fue encontrado inconsciente en el Centro de Detención de Stewart con una ligadura alrededor de su cuello; posteriormente murió, hace unos días, el 7 de junio en un hospital.

Lamentablemente, no ha sido el único caso.

Esta es la segunda muerte de un migrante en custodia de ICE, en Georgia, y la octava a nivel nacional en lo que va de este año.

Ahora bien, la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE) solo se ha constreñido a informar sobre el hecho, pero no ha realizado una queja formal contra el gobierno de Estados Unidos.

Y es un mal síntoma que la cancillería no haya protestado y solo haya emitido un lacónico y displicente comunicado.

Juan Ramón de la Fuente y su equipo deberían entender que estos hechos, estas muertes, soliviantan la indignación y la frustración de una comunidad que, desde hace mucho tiempo, está harta de padecer tantas vejaciones y maltratos en EU. 

Y es que la muerte de un migrante bajo custodia de una autoridad extranjera es un terrible símbolo de la deshumanización que, lamentablemente, sufren miles de personas que han salido de México en búsqueda de una vida mejor.

No basta con un abúlico comunicado.

La comunidad migrante –y la sociedad mexicana en su conjunto– nos hemos quedado a la espera, una vez más, de un reclamo diplomático enérgico que investigue y deslinde responsabilidades.

Tenga usted la certeza de que en el ICE continuarán atropellando los derechos humanos de los migrantes mexicanos.

Y lo harán porque saben que, después de tantos abusos y afrentas, no enfrentarán consecuencias diplomáticas significativas.

Y algo debe quedarnos muy claro: el miedo no es una herramienta de la diplomacia, sino un arma de la tiranía.

¿Tenemos canciller? Yo pensaría que Marcelo Ebrard lo sigue siendo.

Y quizá caiga pesado, pero la voz crítica es el termómetro de una sociedad libre, y silenciarla es condenarla a la fiebre.

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