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Por Pedro Linares Manuel
Imagina estar tranquilo y, de pronto, sin razón aparente, tu corazón se acelera, sientes que te falta el aire, te sudan las manos, te mareas y un pensamiento invade tu mente: “me va a dar un infarto” o “me voy a volver loco”.
Esto es lo que experimenta una persona con trastorno de pánico. El trastorno de pánico es una condición de ansiedad caracterizada por ataques súbitos e intensos de miedo que se presentan sin una causa real inmediata.
Estos episodios —llamados ataques de pánico— duran entre 10 y 30 minutos, pero el temor a que vuelvan puede marcar la vida entera.
SÍNTOMAS FRECUENTES
Palpitaciones, sudoración excesiva, Sensación de ahogo o presión en el pecho, Mareos, hormigueo, escalofríos, Miedo a morir o perder el control, Necesidad urgente de huir del lugar.
Muchas veces, quienes lo padecen acuden a urgencias creyendo que tienen un problema cardíaco. Sin embargo, después de varios estudios, se concluye que su corazón está sano. El problema está en el sistema de alarma del cerebro, que se activa sin necesidad.
CASO CLÍNICO
Antonio, de 36 años, comenzó a evitar lugares públicos tras sufrir dos ataques de pánico en el metro. Desarrolló agorafobia (miedo a estar en lugares donde escapar sería difícil) y dejó de trabajar.
Tras acudir a consulta, se le diagnosticó trastorno de pánico con agorafobia. Con psicoterapia cognitivo-conductual, técnicas de respiración y, temporalmente, medicación, logró retomar su rutina.
El trastorno de pánico tiene tratamiento y no significa debilidad mental. Es una respuesta exagerada del sistema nervioso que puede regularse con apoyo profesional.
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