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REDACCIÓN
GRUPO CANTÓN
El sonido de los rezos se entrelazó con el llanto de madres, esposas y hermanos en el municipio de Otumba, donde fueron sepultados los seis hombres que murieron sepultados al derrumbarse un túnel clandestino utilizado para la extracción ilegal de combustible.
En medio del dolor, el sepelio se convirtió también en un acto de protesta silenciosa contra la negligencia y el abandono institucional que, según los pobladores, empuja a muchos a arriesgar su vida en actividades ilícitas.
El accidente ocurrió en una zona de nopaleras, a las afueras del pueblo, donde los vecinos fueron alertados por una camioneta que recorría las calles con altavoz. “¡Ayúdennos! ¡Se cayó el túnel!”, gritaba la voz que movilizó a decenas de personas.
Sin esperar a cuerpos de emergencia, los propios habitantes realizaron las labores de rescate, y en algunos casos impidieron el acceso de la policía al lugar, por temor o desconfianza.
Durante el velorio, la tristeza era palpable, pero también lo era la tensión. “Todos sabíamos a qué se dedicaban, pero ¿qué otra cosa podían hacer?”, dijo doña Lupe, comerciante de nopales en la zona. “Aquí no hay trabajo, no hay apoyos. La gente se arriesga por necesidad, no por gusto”.
En esta región agrícola, donde antes solo se hablaba de cosechas, cada vez es más común escuchar sobre “huachitúneles”, como se les conoce localmente a las excavaciones hechas para robar combustible de ductos subterráneos. “Ya no solo huele a nopal, también a gasolina. Es triste pero real”, expresó un comerciante que prefirió mantener el anonimato.
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