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Por Juan R. Hernández
Las lluvias recientes han traído un respiro al Sistema Cutzamala. Después de meses de preocupación, por fin se registra un repunte: 380 millones de metros cúbicos de agua almacenada, equivalente al 48.57% de su capacidad. Un alivio temporal que debemos agradecer, pero que no debe hacernos perder de vista otras tormentas que azotan al país.
La Ciudad de México y el Estado de México han recibido más de 326 milímetros de lluvia entre mayo y junio. Las presas respiran, pero nuestras calles se ahogan. ¿Por qué? Porque seguimos tirando basura y grasa a las coladeras, colapsando el drenaje y provocando inundaciones que no son producto del “clima”, sino de la desidia ciudadana. Es una tragedia cotidiana que se podría evitar con responsabilidad colectiva.
Pero mientras nos ocupamos —y con razón— del agua que falta o del agua que sobra, hay una emergencia silenciosa que debería sacudirnos más profundamente: la del reclutamiento infantil por el crimen organizado.
Según Reinserta y la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM), entre 145 mil y 250 mil niñas, niños y adolescentes están en riesgo de ser cooptados por grupos delictivos. En 2024, cada día desaparecen 28 menores. La violencia no solo se lleva cuerpos, también devora futuros.
Reinserta exige que el reclutamiento de menores se tipifique como delito autónomo y que se reconozca a estos niños como víctimas, no como criminales. ¿Qué estamos esperando? El Estado debe actuar ya. Y la sociedad también.
