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Por Eduardo López Betancourt
La guerra en Ucrania es un conflicto armado que comenzó en 2014 y se intensificó en febrero de 2022, cuando Rusia lanzó una invasión a gran escala. Ambos países comparten una historia común, ya que Ucrania formó parte de la Unión Soviética hasta su disolución en 1991.
Las relaciones entre ambas naciones se mantuvieron tensas debido a disputas sobre la propiedad de la flota del Mar Negro y la península de Crimea. En 2013, Ucrania atravesaba un momento crítico en su vínculo con la Unión Europea y Rusia. El gobierno de Viktor Yanukóvich decidió suspender los planes para firmar un acuerdo de asociación, lo que provocó protestas masivas en Kiev, conocidas como el Euromaidán.
En abril de 2014, comenzaron los enfrentamientos en la región del Donbás, en el este del país, entre fuerzas gubernamentales y separatistas apoyados por Moscú. El 24 de febrero de 2022, Rusia inició una ofensiva militar en varios frentes. Esta acción desató una crisis hu-manitaria y afectó gravemente la economía y la infraestructura ucraniana.
Durante la presidencia de Donald Trump, las relaciones entre Estados Unidos y Rusia siguieron siendo conflictivas por diversos temas, incluyendo la presunta injerencia en las elecciones estadounidenses de 2016. Aunque Trump criticó el papel de Rusia en el conflicto, algunos sostienen que sus medidas fueron insuficientes. Se reunió en varias ocasiones con Vladímir Putin, pero no logró avances significativos en relación con Ucrania.
Actualmente, el conflicto persiste, con combates diarios en la línea del frente y una emergencia humanitaria prolongada. La situación sigue siendo inestable y las posibilidades de una solución pacífica son inciertas. Además, el impacto global del conflicto se refleja en la seguridad alimentaria y energética. Pese a los esfuerzos diplomáticos, la guerra continúa y sus consecuencias se sienten en todo el mundo.
