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Por Juan R. Hernández
En medio de una ciudad agobiada por la crisis hídrica, el diputado Pablo Trejo Pérez pone sobre la mesa una propuesta sensata: reformar la Ley Ambiental para incorporar el concepto de Huella Hídrica. Su iniciativa busca no solo medir el impacto del uso del agua, sino establecer acciones de compensación, mitigación y reversión de los daños ambientales. También plantea que el Gobierno capitalino apoye actividades productivas sustentables en el suelo de conservación. ¿Será esta vez más que letra muerta en el papel legislativo?
Mientras tanto, en otro frente legislativo, la diputada Tania Larios (PRI) presentó una iniciativa que apunta directo a una realidad tan silenciosa como perturbadora: la sumisión química mediante pinchazos en espacios públicos. Su propuesta plantea hasta cinco años de prisión para quien utilice jeringas con el fin de drogar o vulnerar a una persona. Es un intento valioso de ponerle nombre y castigo a una práctica que ha ido en aumento y que, hasta ahora, navegaba en una peligrosa zona gris legal.
Y como si no bastara el caos cotidiano, ahora se suma el espectáculo político. Esta vez, cortesía de Sandra Cuevas, quien apareció sin invitación oficial en un evento en la ENEP Aragón. La UNAM se deslindó casi de inmediato. Cuevas, sin embargo, se subió al estrado a hablar de liderazgo político —irónicamente, un concepto que ha distorsionado más de una vez—. Dijo que cerró sus redes por gusto, algo difícil de creer para alguien que solía exhibir su vida con desenfado. Asegura que no se esconde y que nada debe. Pero, como reza el dicho, el que nada debe, nada teme… ni se excusa.
Así transcurre la vida pública: entre ideas valiosas por un lado, y protagonismos vacíos por el otro.
