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Por Juan R. Hernández
Mientras Clara Brugada recorre colonias populares anunciando acciones concretas para dignificar la vida de sus habitantes, como en Campamento 2 de Octubre, en Iztacalco, donde presentó un plan integral de seguridad, alumbrado, áreas verdes y hasta un Parque Alegría en lugar de un corralón, en otras alcaldías la inacción es escandalosa. No es exagerado decir que los gobiernos de Benito Juárez e Iztapalapa han preferido mirar hacia otro lado mientras sus colonias se llenan de miedo.
Pequeños comerciantes de los límites entre ambas demarcaciones —fondas, tortillerías, talleres y tiendas— están siendo extorsionados por grupos que se identifican como miembros de la Unión Tepito. Les exigen cuotas de hasta 40 mil pesos bajo amenazas de daño físico o material. Jóvenes en motocicleta recorren estas zonas intimidando a trabajadores que solo buscan ganarse la vida. ¿Y qué hacen los alcaldes? Presumen cifras alegres de seguridad, mientras en los hechos, reina la impunidad.
Es inadmisible que en pleno 2025 haya colonias de la capital donde la ley no se ejerce, donde el gobierno local ni siquiera aparece, y donde los ciudadanos deben rogar por vigilancia. Si las autoridades no pueden garantizar lo básico, ¿para qué quieren el cargo?
La ausencia no es solo en seguridad. También lo es en educación. En esta misma ciudad moderna y progresista, más de 105 mil personas mayores de 15 años no saben leer ni escribir. En zonas como Milpa Alta e Iztapalapa, los niveles de analfabetismo alcanzan el 4% y 2.8% respectivamente, y son las mujeres quienes más lo padecen. Por eso es relevante la iniciativa de la diputada Diana Sánchez, que busca garantizar programas de alfabetización con enfoque en adultos mayores. No basta con dar cifras; se necesita acción.
Clara Brugada está marcando la pauta. Lo mínimo que se esperaría es que los alcaldes de Benito Juárez e Iztapalapa sigan su ejemplo. Porque mientras una parte del gobierno actúa, otras parecen no tener idea —ni voluntad— de lo que significa gobernar.