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Voces

Ciudadanía en voz alta

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Por Salvador Guerrero Chiprés

En tiempos de saturación digital, ruido de las redes, prisa por la inmediatez y alejamiento de la lectura material desdibujan los procesos pausados de comprensión y reflexión. Promover la lectura y la lectura misma son transformadoras tanto de la vida como de la inercia por los abusos y desperdicios vinculados con la tecnología.

Está documentado: los procesos de lectura crítica en edades tempranas fomentan empatía, comprensión del contexto y capacidad de debatir con argumentos. En edades posteriores enriquecen a quien lee.

La lectura es gran compañera de nuestra imaginación, del deseo y de la motivación inspiradora. Frente a mí pasa la Jefa de Gobierno, Clara Brugada, afable, entusiasta visitadora y promotora del Lectódromo del Zócalo este martes.

No es una biblioteca tradicional ni un rincón de silencio solitario, es la oportunidad de una plaza de palabras, espacio de libros a cielo abierto donde niñas, niños, jóvenes y adultos leen en voz alta, escuchan, dialogan, comparten.

Al impulsar la lectura pública, gratuita y colectiva vamos a contracorriente de la lógica mercantil del mundo digital, acompañamos el privilegio de toda y todo lector.

Leer puede ser tan poderoso como peligroso. Descuido, censura y ánimo opresor han causado la destrucción de miles de textos. Ocurrió en la época de la Santa Inquisición como en 1933, el 10 de mayo en la Plaza de la Ópera de Berlín, cuando el régimen nazi organizó la quema pública de libros con la intención de borrar ideas divergentes al nuevo orden.

Por eso el valor de impulsar la lectura y hacer de la política un espacio de palabra compartida. Leer es, finalmente, una forma de hablar juntos, de crear ciudadanía en voz alta, de abrazar a una comunidad harta de la vacuidad inmediata y de la trivialidad electrónica.

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